Alguien me manda un correo y me dice que su larga y cancerígena enfermedad, se la acaba de llevar. Se llamaba, Helena. La conocí bastante, dado que casi todos los domingos coincidía con ella en las excursiones de mi grupo habitual. El de élla.
Tiempos de atrás. Pretéritos. Cuántas vivencias, aprenderes, evoluciones y experiencias...
Helena era una mujer adelantada a su tiempo. Clara, independiente, de profundas convicciones ideológicas, y agudamente inteligente y guerrera con quienes opinaban de modo diferente.
Para Helena, las cosas que nos parecían avanzadas o de vanguardia, solo eran fáciles obviedades. Aborrecía el machismo y los poderes reales y fácticos, y era una atea convencida, y reinvindicativa astuta y clara de su verdad y personalidad.
Menuda de cuerpo, juvenil de apariencia, y con mucha agilidad y juego en los descensos y ascensos de las rutas, muy segura de sí misma en las situaciones complicadas, y como de vuelta de todo. Su presencia, era para mí un rico momento de aprendizaje vital. Helena dominaba a pesar de su potente genio sus emociones, como nadie.
Me dicen que en su ceremonia de despedida no acepta alardes, y ni siquiera flores. No quiere boato, y solo verdad. Significativo deseo final. A Helena le tocaban la nariz los pelotas y falsos quedabienes. De ahí que no se sintiera cómoda en los versalles de consenso. Parecía un tanto arisca en un mundo de correctos, pero lo que era Helena es coherencia con su personalidad y su actitud vital. Si a Helena le venían con rollos, se encogía de hombros, sonreía, y en seguida desaparecía de allí. Le podía su libertad.
Recuerdo de ella tres anécdotas para mí reveladoras. La primera fue al principio de la Marcha a pie "Valencia-Castellón por la Costa". Le dije, que con la ropa que llevaba, no lograría llegar a la meta a causa de las rozaduras. Aún siento su ira, y la bronca sincera que me tiró. Se sentía tan segura de su vestimenta, que mis palabras le sonaban a obviedad y a cuerno quemado. La comprendí. Su veteranía no aceptaba intrusos.
La segunda anécdota, es cuando le mentí piadosamente en una de las excursiones que yo guiaba, y al final no pasamos por un complicado lugar que se llama "El Pas del Borregos". Yo, le había dicho que lo haríamos opcional, pero el día de la excursión no se hizo dicho paso. Yo, me asusté, pensando en los novatos sin experiencia en la citada pared de montaña, y decidí hacer un rodeo para no pasar por allí. Helena me dijo que yo le había mentido. Y aunque al principio me sentí incomprendido por su actitud tajante, posteriormente me convencí de que tenía toda la razón. La cagué. Había sido un blando.
Y la tercera anécdota, es que la recuerdo describiendo en voz baja y sin aspavientos la evolución social en el grupo. Decía Helena: "Mira, grupitos, grupitos y más grupitos". Sí. Tenía razón, pero no tristeza. Desencanto, pero practicidad y más realidad. El grupo senderista nunca tendría una ligazón como la esperada, pero el mundo va así, y ella nunca pondría sobre la mesa la menor queja. Era mejor.
Así vi yo a Helena en todos los años que coincidí con ella. Siempre era la misma, y nunca cambiaba de chaqueta o posición. Se adaptaba con habilidad a lo que había, pero ella seguiría pensando absolutamente lo que le saliera de sus ovarios. Helena fue difícil, pero rica y compleja. La complejidad inevitable de la mujer valiente e inteligente. Helena fue una mujer de hoy y del futuro. Rompiendo tabúes y prejuicios, Helena ha vivido siempre respirando una sola idea: la de la libertad auténtica como persona.
-ASÍ LA VI, ASÍ LA ESCRIBO-
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