Ni siquiera sabía yo que ella se llamaba Luiza, y que era de Brazil. Porque, su acento, no me sonaba a cadencia portuguesa de allén de los mares. No. Luiza me parecía más bien centroamericana y suramericana, pero de habla bien española. Quizás mis oídos no estaban lo suficientemente abiertos a sus palabras, o su largo tiempo de estancia en España disimulaba el origen y la respuesta de su hablar.
Coincidí casualmente con élla varias veces, en lugares poco concurridos y frecuentados. Sí. Estaba sentada leyendo cualquier cosa en uno de los banquitos de mi Gran Vía Fernando el Católico. Y como yo vivo por allí, es que coincidíamos una y otra vez.
Un solitario día de puente de la Semana Santa decidí sentarme a su lado, y ella me miró con indiferencia y altanería. Pero, poco a poco, me la fuí ganando con mi actitud de respeto.
Luiza fue aceptándome a mí y a mi conversar, y paulatinamente se le fueron las reticencias de su personal intimidad. Era de Recife, tenía novio, y un hijo de otro hombre que se casó con una mujer por interés, e inquirió cosas de mí que lograron satisfacerla y crearle agrado. Descubrimos en nosotros lugares comunes.
Luiza, era un cañón coqueto y treinteañero de mujer. Hembra de caderas, busto grande y atractivo, cara sensual y amplia, grandes ojos, piernas musculadas y regordetas, y unas gafas de sol muy femeninas que acompañaban todos los días a su cabello bien poblado y hermoso. Cambiaba de aspecto muy a menudo, y parecía agradarle esta faceta de su personalidad de mujer.
A mí me gustaba el cuerpo de Luiza, y ella bien pronto lo sabía. Su exhuberancia me llegaba en buena diana, y la mujer reía abiertamente cuando la piropeaba. Lo que pasa, es que estaba en su vida su novio Brandon.
Mas Luiza, parecía hedonista y muy liberal. Como de vuelta de las cosas, y con una forma de cultura aceptadora y tolerante en el inevitable atractivo entre hombres y mujeres. Luiza aceptaba bien el hecho de que me gustara mucho.
Hasta que un día, mirándome con una pícara sonrisa, me espetó súbitamente o yo así lo viví: -"Oye, ¿y tú dónde vives?"...
Cerca de aquel parque, evidentemente. Pero, estaba su novio Brandon, y yo lo último que deseaba era herir a nadie. Luiza, lo sabía. Y por éso mi contención y comprensión, le agradaban y mucho.
De modo, que la hermosa recifeña Luiza comenzó a bajar la guardia y a darme pie. Me entró, diciéndome que ya no quería a Brandon y que lo habían dejado o estaban en éllo. Que él era un egoísta, y yo un hombre tierno y encantador. Y que si yo quería ir a su casa, entonces ella me invitaba a un café. Añadió: -"Mira, chico, éste es mi teléfono. Llámame, ¿vale?"...
Una tarde de julio llamé al timbre de su casa. Entre nosotros dos solo había pasión. Casi no nos dijimos nada. Comenzamos a besarnos, a quitarnos la ropa, y a pensar en el placer. Lo dimos todo. Entramos dentro de la magia del fuego amoroso, y el tiempo se borró de nuestros pensares. Todo se llamaba placer y libertad.
Fue la primera y última vez que vi a Luiza. Alguien me dijo que había vuelto a Brazil, y que quizás algún día volviera. Y que ya hacía fechas que tenía el billete y la idea de partir. Sí. Luiza se fue de mi vida como en un azar gratificante lleno de pasión.
-INOLVIDABLE-
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