viernes, 11 de mayo de 2012

- JASÓN ENTRÓ EN CASA DE DIÓGENES -



Diógenes, sonrió. Tenía muchas sorpresas para el hercúleo Jasón. Hercúleo, insistente, y hasta osado y audaz. Sí. Jasón quería entrar en el interior de la casa de Diógenes. Hasta que finalmente, el fornido Jasón logró al menos aparentemente salirse con la suya. Diógenes, le vendió su casa a Jasón. Pero, había truco.
Porque el vendedor Diógenes, pensaba que Jasón fallecería al entrar en el lar, dado que su hogar estaba lleno de objetos hasta el tope, y en el momento de la muerte de Jasón, Diógenes rebuscaría en su cadáver, recuperaría el contrato de la venta, lo rompería, y la casa volvería a ser propiedad de él. Sería solo una experiencia temporal. Un perfecto engaño estratégico.
Jasón abrió con sus nuevas llaves la gran casa de Diógenes. Ya notó raro, el hecho de que tuviese problemas para abrir, dado que eran las llaves auténticas y no unas falsas.
Logró finalmente Jasón abrir aquella puerta, y un estremecedor e insoportable olor   a  podrido, estuvo a punto a producirle un desvanecimiento. Volvió con las llaves a cerrar  la puerta, y preguntó en el pueblo por el paradero de Diógenes. La respuesta que obtuvo, fue clara. Diógenes había decido tomarse unas largas vacaciones, y     hasta   más     que probablemente que nunca más se dejaría ver por aquel lugar.
Atribulado, Jasón decidió tomarse una jornada de pausa y reflexión. Pero no dejó que   le  venciera el desánimo ni la derrota estratégica. De modo, que en cuanto recuperó las fuerzas anímicas, volvió a la gran ex casa del truhán Diógenes.
Volvió a abrir la puerta, y penetró en el lar nauseabundo. No tenía otro remedio el bueno y arriesgado Jasón. Todo su dinero lo había invertido en la adquisición de aquella casa, y ahora tenía la necesidad y el deber ético de hacer buena disposición de su nuevo bien.
Al principio, Jasón estaba iracundo y desolado. Aquel lar estaba lleno de objetos inservibles y dispuestos de cualquier manera, la suciedad era el denominador común, y apenas era capaz de avanzar por entre los pasillos, camino de las estancias o habitaciones interiores. La basura lo invadía todo.
Jasón comenzó a sudar, mientras llenaba una y otra vez unos enormes sacos de rafia y yute que había adquirido, para deshacerse paulatinamente de tamaña suciedad. Varias veces cayó Jasón al suelo, abatido por la extenuación. Los numerosos roedores e insectos de enorme tamaño, le miraban con aviesas intenciones.
Mas Jasón, era orgullo y tenacidad. No me preguntéis cómo, pero Jasón logró avanzar  y acorralar a la suciedad, hasta que semanas más tarde aquel lugar ya presentaba un aspecto digno e higiénico. Aunque tal hecho parecía una milagro, todo respondía a la realidad más literal. Verificable y evidente.
Sí. Jasón había dejado atrás la queja y la rabia. Por inservible. Y, dejándose de victimismos, decidió concentrarse única y exclusivamente en completar su coherente y sano cometido.
Alguien, comunicó entonces a Diógenes que Jasón había logrado su propósito. Diógenes montó en cólera, y se presentó súbito ante Jasón. Trató de provocarle,     fingiendo    y  preguntándole si estaba satisfecho con su adquisición.
Y ante su sorpresa, un Jasón tranquilo y sonriente, le respondió afirmativamente a Diógenes. Le dijo que era una casa maravillosa, y que estaba en extremo contento. Y que esa casa sería también la de su mujer e hijos. Fuerza mental.
-Y DIÓGENES SE ALEJÓ DE ALLÍ CON EL RABO ENTRE LAS PIERNAS-

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