viernes, 25 de mayo de 2012

- MI RODILLA SIGUE VIVA -



Una generosidad erróneamente entendida, en la cual los cuidados a mi madre senil me estaban haciendo descuidar mi parcela personal, generaba un descuido o dejadez hacia mi propia persona, la cual influía en todo mi integral organismo, y haciendo lógico y especial hincapié en mis flancos más frágiles o vulnerables.
Mi rodilla izquierda. Mi operada y castigada rodilla siniestra, me molestaba últimamente demasiado, y el cometido de trasladar a mi progenitora con mis propias fuerzas en la silla de ruedas empezaba a generar excesivo dolor y alguna impotencia funcional.
Dicha rodilla izquierda, se anquilosaba, perdía elasticidad, y ganaba rigidez. Y mi pierna, perdía soltura, y ganaba paulatinamente en apocamiento.
A veces, no resulta fácil tomar decisiones que parecen obvias. Estableces   prioridades   inadecuadas y viciadas, de cuyo desorden inadecuado te acabas lamentando. En ocasiones, no es fácil y por mil razones, marcar una lógica. Una cierta tristeza,-fruto    de     mi      nueva   situación de cuidador-, parece como si me paralizara la libertad. Pero, afortunadamente, hoy he podido de nuevo ser feliz conmigo mismo y con mi coherencia. Os cuento.
Haciendo caso a los consejos del traumatólogo que me intervino la rodilla lesa,      decidí   finalmente comprarme una bicicleta estática, y subido a ella, podía     efectuar      unas  ejercitaciones que le iban fenomenal a la citada articulación. Pero os confieso que últimamente llegaba cansado a mi lar íntimo, me entraba la pereza, y había dejado      de  efectuar dichos ejercicios. Peor para mí.
Hoy, empero, he decidido pensar en mí aprovechando que disponía de más tiempo de ocio y podía desconectar más agudamente y poder pensar en mi yo con más detenimiento y reflexión de libertad.
Me llegó finalmente la decisión. Pensado, y hecho. Me he subido de nuevo    a  la  bicicleta estática, y al principio me he sentido triste y atribulado. Mi rodilla izquierda había perdido fuerza, y cada vez que intentaba mover el pedal para hacer el giro, sentía un tremendo dolor. Demasiado dolor ...
De modo, que he decidido variar la altura del sillín, y tomar la máxima de las paciencias. Apartando negativos pensamientos, he optado por seguir intentándolo. Dolía mucho. No tenía fuerza. No lo lograba. Quizás me estuviese haciendo demasiado daño, y fuese vano o fútil el buen y decidido esfuerzo. Muchas dudas tristes.
Mas, no. La rodilla izquierda seguía viva y teniendo fuerza, orgullo y posibilidades. La rodilla, necesitaba la medicina del ejercicio postergado. Y ante mi seria y convencida alegría, he ido comprobando que poco a poco se abría el arco articular, cedía el dolor, y todo era ya llevadero. Era capaz de dar pedales. Mi fuerza, seguía en mí ...
Sí. Me concentraba desde bien abajo, y cerraba los ojos. Después, suavemente, me iba dando ánimos a mí mismo, y afirmaciones de ilusión. Yo, me animaba a mí mismo. ¡Venga, sigue, puedes, adelante! ...
Hasta que, finalmente, todo dolor había desaparecido y las contracturas anquilosantes habían cedido. Pero había un mensaje vigente. La rodilla y todo mi cuerpo me decían que tuviese paciencia, y que no forzara ni cogiera velocidad. Que, por ahora, no cambiase de ritmo. Que, éso, para días posteriores. Que había que dejar que la rodilla jugara, y se reconciliara con su recorrido natural y vital. Que me diera y la diera, paz.
-COSA QUE HARÉ-

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