En la tarde de hoy, he acudido a ensayar en el coro modesto y habitual. El coro. La verdad es que no sé muy bien por qué decidí ir, o por qué es que me apunté en el grupo, o por qué sigo en él. Pero, a ratos, lo sé y muy bien. Se llama, vida o vitalidad. El deseo de sacar de mí todo lo que lllevo bien adentro, y que lo puedo deducir como simple intuición.
Llego al lugar del ensayo. No sé solfeo, y me cuesta bastante avanzar. He estado a punto de rendirme y de no ir más. Pero, en ése momento, algo rebelde se movió en mí. Veía la parte positiva. Compartir, oler experiencias nuevas, conocer gente en mayor o menor medida, y cuando se abría la puerta del local entonces siempre aparecía una sorpresa que se comía a la rutina. Cuaderno de notas de vida.
A causa de mis escasos recursos económicos y de mi más que nulo tiempo para mí, temí quedarme atrás. No poder seguir la progresión de las chicas y chicos del coro, y mil etcéteras. Mas reaccioné. Iba a darlo todo. Me puse manos a la obra, y me apoyé en una muchacha que da clases particulares. Hice el sacrificio, y pude ir remontando. El esfuerzo se volvía lógica, y cimiento vitalista.
Como os decía al comienzo, hoy he estado ensayando en el coro. Todo parecía atrancado, plano y lineal. El ensayo transcurría entre esfuerzos y poco brillo. No me encajaba. Buena parte de mi éxito está en la fuerza de mi emoción. Quien me conoce, lo capta pronto.
De modo que, casi sin saberlo, le dije a un miembro del coro que lo íbamos a hacer hoy pero que muy bien. Él, me miró un tanto sorprendido y hasta divertido por mi audacia.
La profesora, se nos acercó. Y yo me dije, que era el momento. Y sin dejar el pentagrama, el método y el libretto, algo se liberó en mí. Me dió la gana soltarme la melena y los nervios, y allá que me lancé desde mi emoción que sonaba a deseo y alegría. ¡A cantar! ...
Aquéllo, comenzaba a ganar intensidad. Mis ojos irradiaban brillo. Estaba siendo feliz en la música. Mi voz, encontró al hércules de mi emoción desnuda y decidida. Y, como un contagio, el coro en pleno se puso a sonreír.
Las contraltos y sopranos, se animaron. La directora dejó sus nervios atrás. El coro ganó en calidad, de manos de la alegría. Desaparecieron los tedios y los desdenes. ¡Parecíamos un coro y hasta bien prometedor! Había algo nuevo y progresivo que empujaba nuestros corazones hacia adelante. Éramos todos unos niños grandes haciendo música y canción. Éllas y éllos, me miraban. El tipo tímido y bisoño de las gafas y que apenas sabe solfeo, les había contagiado la necesaria ilusión de ser felices. Yo, les había contagiado la necesaria ilusión de ser felices. Yo, les había gustado con mi desparpajo y osadía.
Se sentían bien conmigo, y todos con todos. La directora me observaba con una no disimulada sorpresa positiva. Se miraba incrédula el reloj. ¡Ya era la hora de concluír, y se nos habían pasado las dos horas de ensayo, volando! ¿Qué había ocurrido? ...
Yo sí que sé lo que había y ha pasado. Que nos hemos sentido a gusto y bien, que hemos extraído lo mejor del interior de nosotros mism@s y sin darnos cuenta, que hemos sido felices y libres, y que ahora tenemos renovadas ilusiones que que venga el próximo día, nos juntemos de nuevo, y volvamos a cantar. Pocos secretos más.
-MI EMOCIÓN Y TODAS LAS VOCES-
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