martes, 23 de agosto de 2011

- SE NOS FUE TODO -



El destino es azar y lo sabes, Amparo. Ya no queda nada entre nosotros. Se nos fue todo.  Y, todavía, no me lo termino de explicar. Asumo que ya no tenemos el amor, pero no sé  qué  pasó. ¿Qué nos pasó, Amparo?, ¿lo sabes acaso tú? ...
Llevábamos toda la vida unidos. Veinte años de amor sincero. O, si me apuras, dieciocho  o diecinueve. Toda la vida, enamorados. O, un tramo bien ancho y prolongado    de   nuestro  sendero vital, caminando juntos de la mano. Ahí tienes a nuestros hijos Víctor y Vanessa. Sí. El fruto del amor de tanto tiempo. Hijos para siempre.
Pero, es verdad, Amparo. Ya me pareces igual. Hace ya demasiado tiempo que se rompió  el caprichoso y a la vez real hechizo. Me pareces una mujer más que está en la vida. Alguien que nada se parece a mí. Alguien a quien ya no puedo querer, ni estar en la cama haciendo el amor, ni siendo para mí más que una mera rutina.
Quizás no cultivé tu amor, Amparo. Y ya no puedo recoger el fruto de ninguna pasión. No. No me pareces guapa, ni sexy, ni atractiva, ni un trozo de mi corazón. Nada.     Solo   me  das  aburrimiento, hastío, tedio y hasta enfado. El ayer me da poca nostalgia. Siento que jamás en la vida pudo ser posible que te amara. Pero, es cierto, que te amé como un loco y maravilloso apasionado, y que nada en el mundo brillaba antaño como lo hacías tú, Amparo. Pero, de éso, sabes mejor que yo que nada queda.
El amor, se ha ido. Se empezó a ir cuando te vi gorda y despeinada, y cuando tu cercanía me daba bostezo. Sí. Sabes que lo intentamos. Te quedaste embarazada de nuestros hijos ya ahora adolescentes, para que todo el amor volviera a nosotros. Pero, éso, fue un error absurdo, y unas ganas de mover unas montañas estáticas e imposibles.
Forzamos el amor, y se murió. Todo se murió. Las demás mujeres tienen más brillo que tú. Y por eso te he sido infiel. Porque necesitaba encontrar en otros lares lo que no había ya  en nosotros.
¡Adiós, Amparo! Me voy. Te fuiste. Nos hemos ido. Hemos hecho lo lógico de hacer cuando llega el desamor. Y no busquemos al señor de las culpas, Amparo. Hemos sido, los dos. Tú también te has alejado de mí. Lo mismo, que yo de tí. Fifty, fifty. Empate a fracaso.
Sí. Cuando el amor cede, hemos de separarnos, de olvidarnos, de ocultar nuestro desconsuelo tras un pino o tras un tiempo desconcertado de desilusión y duelo. Amparo, me   has   dado   mucho. Hasta ahí, llego. Pero también ha llegado el tiempo de nuestra sinceridad y de nuestra verdad.
-CADA UNO, POR SU SENDERO-

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