Reconozco que me he vuelto un utópico burgués, y que por las noches, prefiero dormirme con las euforias y menoridades futbolísticas que proponen las diferentes emisoras que pueblan el dial radiofónico. Pero, aunque me duela, debería escuchar más el programa de madrugada y de la Cadena SER, "Hablar por hablar". No puede ser más real.
En estas noches de asqueroso Agosto, en Valencia no hay un ser humano que pueda dormir. Y allá que me tienes, y a las tantas, con una humedad pegajosa que me va de la cabeza a los pies, y que me hace el sueño añicos. Me despierto, e intento infructuosamente volver al reino de Morfeo. Sin resultados.
Y, entonces, es que me refugio entre los auriculares de la radio. En la madrugada de la gente que sufre. "Hablar por hablar", un programa ya clásico en las ondas. Un programa que se antoja, necesario, social, humano, desgarrador, personal, nocturno y real. Veréis.
Se abren los micrófonos. Y entonces comienza el grito silencioso o mal contenido del drama eventual o perenne. Sí. La gente que suelta toda su verdad a esas horas en la radio, necesita estallar aunque sea verbalmente, como lo podría hacer en el teléfono de la esperanza, y necesita encontrar a alguien que en ese momento no está. Necesita que hayan unas orejas que le escuchen, no sentirse sol@, y un apoyo, orientación o comprensión de otros. Todo un reto y una necesidad.
La presentadora, habla lo justo. Es consciente de que su palabra puede joder todavía más la necesidad de una válvula de escape desesperada. Por éso, la presentadora sabe que lo más importante que puede hacer por su oyente, es escuchar lo que dice. Matiza, pero escucha. Escucha mucho.
Casi siempre se trata, de dolor. Gente que se ha perdido a sí misma, personas en duelo con seres que les han dejado, maridos o amantes que acaban de pasar a la historia, mujeres todavía con el calor caliente en su cuerpo que saben que han perdido a su amor para siempre, cornudos reconocidos, gente que pone los cuernos porque no lo puede evitar, patologías mentales, alcoholismo a luchar, necesidad de verborrea de cara al público, toda la soledad personal del mundo, o simplemente alguien pintoresco con necesidad de dar la nota. Suicidas potenciales, embarazadas anónimas, y toda la verdad. Prohibido decir una mentira aposta. El o la que lo haga, sabe que será el primer perjudicado. Santa sinceridad.
La presentadora lee mensajes orientadores de oyentes delicados, que se compadecen y que pretenden hacer reflexionar. Sí. La noche es muchas veces sangre emocional y angustia. Y en esos momentos de vulnerabilidad y fragilidad, llamas a la radio y sabes que hay alguien.
-DESAHOGO Y CONSUELO-
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