viernes, 26 de agosto de 2011

- PAM -



Joven, liberada y audaz. En paro. Pamela Woods había decidido ganarse     unas  monedas, exhibiendo su belleza por internet, desde una red de cámaras de modelos. Así, Pam, tendría para ir pagándose algunos caprichos que toda chica joven precisa y desea.
Un puñado de hombres de todas las edades e idiosincrasias, la jaleaban diariamente desde sus computadoras personales. Y solo unos elegidos, y previo pago, podían acceder    a   un privado, y poder admirar su cuerpo de infarto. Toda su salvaje belleza de mujer.
Entre estos últimos, se hallaba Harry Macks. Sí. Harry era un tipo muy astuto. Casado  e infeliz, encerrado en su despacho propio de abogados, lanzaba todos los días las mejores  y más ocurrentes lisonjas y admiraciones para su Pam. Poco a poco, se la fue ganando.
A la tal Pamela Woods, comenzó a ir gustándole y hasta intrigarle positivamente aquel hombre que lanzaba toda su sinceridad a los cuatro vientos. ¿Quién sería aquel su admirador número uno, el cual nunca fallaba a la cita prevista y virtual?
Pamela Woods rompió con su novio real, James, y se volcó en su trabajo     de    desnudo  y exhibición. Y le contó a Harry lo que sucedía. Y le entregó en bandeja un mail, un msn y un teléfono personal de contacto. Se gustaban, se gustaron; cada vez se atraían más. Aquello era imparable. Y, en efecto, era cierto y bien cierto que Harry tenía cincuenta y dos años, y que Pam solamente veintiséis. Hasta ahí, todo real.
Aquella tarde de Octubre, Pam no salió por las pantalla erótica del ordenador. De hecho,  y desgraciadamente, le costaría tiempo volver a hacerlo. Había quedado ahora personalmente con Harry. Y Pam, asumía, que uno de los deseos de Harry para ella, no podía ser otra cosa que no fuese sexo. Hasta ahí, la cosa parecía ir por un camino deducible y esperado.
Mas, no. Pam, se equivocaba. Harry no quería sexo con Pam. Ni con Pam, ni con ningún otro ser. Porque además de sufrir impotencia, el interior de la casa de Harry Macks   era    un auténtico arsenal de armas y de objetos cortantes. Harry solo quería que corriera la sangre. Sentía pulsión de mal y de muerte. ¡Matarla!
Cuando la evidente y explosiva belleza de Pam hizo presencia e irrupción en la casa de Macks, éste la esperaba con los ojos en sangre y la cara desencajada de ansiedad letal y fatal. Y con una mano y empellón, la lanzó al interior del lar mientras enarbolaba un picudo pinzón.
Y cuando iba a darle el estoconazo final a la chica, Harry resbaló y se clavó mortalmente su fiera arma. Fue una muerte dolorosa. Cuando la ambulancia llegó al lugar de los hechos, nada pudieron hacer por el ya cadáver. Y la policía felicitó a Pam.
-TUVO TODA LA SUERTE DEL MUNDO-

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