jueves, 4 de agosto de 2011

- EL GRAN PIRÓMANO -



Cuando el voraz e insaciable pirómano haya acabado con los frondosos valles   y  con    las   pacientes praderas; cuando el devastador loco haya impregnado de olor a chamusquina cuanto le rodea, ¿querrá seguir quemando y quemando, hasta convertir lo creado   en   un enorme e imparable cementerio de inacción?
El fuego del pirómano es energía de odio interior. El mundo debe ser aniquilado por su magia destructora. Todo lo quiere rojo, yermo, angustiado, mortecino, huero, devastado, y sin brillo natural en los relieves de su estar. El fuego y el pirómano,   son una combinación loca,  de autodestructividad y desolación.
De aquel monte lleno de belleza verde y exultante, ya no queda nada. El loco destructor del fuego, lo ha calcinado todo. Y entonces, el pirómano sonríe como un idiota, y mira como un hechizado la hazaña de su pérfida maldad. Nada queda. Conseguido. Extraño y vil logro.
Pero el ido del fuego siempre quiere más. Nunca tiene suficiente. Adora al Sol, a   Mercurio y a Venus, que son quienes le achicharran de pleno su obsesión. Y la playa,  y   el   no    poder  acercarse a las ninfas del agua y en bikini que tanto le agradan. Sí. Le gustan. Pero nunca  le harán caso.
El rey tonto de la desolación del fuego, no es muy inteligente. No añora bienestar. Nada. El loco de la pira, nada espera de nadie que no sea de algún empresario canalla      que     desee urbanizar en suelo vedado y maravilloso.
No. Este pirómano del que os hablo, no sabe nada de lo que quiere. Solo se siente hechizado, cuando su fuego eyaculado y expelido barre las brasas, y abraza la asfixia de la paz derrotada.
Entonces, el loco del fuego, se relame. Todo puede venirse abajo y prenderse. El fuego y la desolación, caminarán rumbo a los cuatro puntos cardianles, y el loco    reirá     como   un monstruo sin alma. Y quizás muera con su puñal de agresividad. En el todo   que  devasta, también cabe él mismo. Quizás lo sepa.
Y cuando los medios policiales le prendan y le pregunten acerca del porqué de su fechoría, el pirómano no sabrá muy bien qué responder. Se quedará mudo como un bobo, autista ante toda la realidad, incluída la suya. Y nunca podrá darse cuenta de que lo que ha hecho es un acto de identidad para llamar la atención. Un acto de barbarie, que sirve para que nos demos cuenta de que en todos nosotros hay una dualidad impresionante, la cual nos convierte en santos o en monstruos.
-FUEGO Y AGUA-

0 comentarios:

Publicar un comentario