lunes, 14 de junio de 2010

- DIGAMOS QUE SOY MARA -

Hola. Pongamos que me llamo, "Mara". Ya sabéis. Un nombre ficticio. Veréis. De adolescente, era gordita y un tanto fea, ¿sabéis? Yo, me sentía acomplejada por ello. El patito feo. Los chicos, no me hacían santo caso. Y a mí, me gustaba David, y Juan, y también Santiago. Y tenía que aguantarme... Pero cuando me llegaron los dieciocho años,me sobrevino un cambio drástico. Mi cuerpo cambió. Crecí mucho, y mis piernas eran delgadas y largas. Aunque seguí siendo mujer de curva y cadera, mi cuerpo se tornó espectacular y estilizado, y mis senos llamaban la atención no solo por su volumen y remate, sino por lo firmes y erguidos con que la naturaleza decidió obsequiarme. Reconozco que me volví extremadamente coqueta y creída, porque estaba deslumbrada por aquello tan inesperado. Había pasado de ser un patito feo, bajito y plano, a una mujer y si me permitís, de bandera... Los hombres se me acercaban, y todos querían ligar conmigo. Me llegaron a bautizar con el sobrenombre de "la sueca", dado que mi destacada belleza, unida a mis cabellos rubios siempre, despertaban en la grey varonil y no varonil, la idea de las míticas valkirias o vikingas que siempre salen en las fotos seductoras. A los treinta años, podía decir que era una mujer triunfadora y afortunada. Tenía toda la belleza en flor, y me sentía tremendamente segura entre la admiración de los hombres. Muy a gusto. Me casé, y luego me separé. Y así, dos veces más. Me daba cuenta, de que los hombres me veían como sexo o carne fresca aunque lo maquillaran de amor. Pero, yo, afortunadamente, me percataba de ello muy pronto, y cortaba. No tuve hijos, y creo que eso me facilitó bastante las reemprendidas de mi vida y que las heridas post amor, se las llevara el viento, más pronto que tarde. Por razones equis, no fuí mamá. Ahora, tengo cincuenta años, y creo que no solo no he perdido belleza, sino que la inevitable sensualidad de la mujer madura incluso ha potenciado mi beldad. Y os asombraría, la de hombres que me tiran los tejos. Y no solo hombres. De todas las edades, razas y extractos sociales. Será porque siempre me ha gustado, además, ir sexy y bien femeninamente seductora. Pero lo que más me gusta de mi belleza y de mi sexualidad intensas, es que me siento cada día que pasa más segura de mí misma. Y totalmente plena. Os lo confieso. -LA VEJEZ, TENDRÁ QUE ESPERAR-

0 comentarios:

Publicar un comentario