1 de Noviembre. Tradición. Los seres que nos dejaron. Nuestro ADN, nuestra raíz, quienes pusieron una cuna en nosotros, y un lecho enamorado.
En medio de la modernez americanada de los sustos de la calabaza de Halloween, dejamos paso entre risas irónicas, doloridas, nerviosas y hasta nostálgicas, a la evocación de un tiempo de nuestro atrás en el que sentimos la repetición de la ausencia, y evocamos los momentos que compartimos con nuestros seres verdaderamente queridos. Nuestros seres de amor.
Es justo y oportuno el recordarles, aunque nos pongamos un poco solemnes, rigurosos o tristes. Es inevitable. Sí. En estos días se antoja inevitable recordar a nuestros padres, a nuestros cónyuges, a nuestros hijos, a nuestros familiares más cercanos en el afecto real, y a aquell@s amig@s que nos dieron calor, presencia y amor.
La muerte, acabó con la vida. Rompió. La vicisitud coyuntural, el accidente, o la natural ley de vida, hizo que se convirtieran casi de repente en seres inanes. Sí. Ya no pueden escucharnos, ya no están con nosotros, y ya no pueden regalarnos su enorme calor como hicieron otrora. Ya no están.
Sí. Nuestros muertos que más quisimos, deben ser recordados y homenajeados en un día puntual. No hemos de olvidarlos. Aunque sea, como en el caso de nuestros padres, porque nosotros estamos aquí y podemos vivir y contarlo, gracias a éllos. Su regalo, somos y fuimos nosotros. Y el nuestro, éllos.
Hay mucha belleza de nostalgia en las evocaciones, y los creyentes apuestan porque irán a un lugar Alto, y porque nos cuidan, vigilan y protegen desde allí.
Yo, soy ateo. Pero nunca voy a olvidar mis compartires con esos seres de entraña y de amistad. Mi infancia, mi adolescencia, mi juventud, y tantas etapas de mi vida con mis padres y al lado de mi único hermano.
O mis abuelos. Como mi abuela materna Carmen, la cual me contaba unos cuentos maravillosos, y me llevaba todos los miércoles al cine Español, que estaba en mi barriada del Botánico valenciano y capitalino. Aquella mujer grandota y tierna ...
Y, los amigos finados. Les recuerdo con ausencia y con nostalgia. Me gustaría que volvieran conmigo, y volver a reírme con ellas y ellos. Y cantar, y emocionarme, y disfrutar, y hablar de fútbol o de política con ell@s, o discrepar, o caminar por las montañas con su presencia y vida como hice, y sentirles junto a mí.
No es triste la muerte. Lo que no tiene, es remedio. La muerte aparece desde el drama del duelo, pero acaba siendo una realidad natural que debemos aceptar.
Hoy en día, la muerte sigue siendo tabú. Es humano que tengamos miedo a morirnos, a la incertidumbre, al dolor o al sufrimiento. Pero no debemos dramatizar demasiado, ni sacar las cosas de contexto. Todos pasaremos por ese trance. Y se reproducirá en los demás nuestros que nos quieren, toda la nostalgia y el sincero amor.
-UN RECUERDO, UN CARIÑO-
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