Todas las televisiones españolas y otras europeas y americanas, esperaban la única pelea mediática con voz e imagen, de los grandes aspirantes a la poltrona política del Poder en España.
Fue realmente curiosa la estrategia. En medio de un balance estadístico que da al gallego Mariano Rajoy una muy alejada ventaja respecto al candidato cántabro Pérez Rubalcaba, se produjo un dialéctico debate, que a veces fue más interesante de lo esperado.
Tácticas bien distintas. Mariano Rajoy saltó al ring mediático de la tele, con la seguridad de quien se halla bien sentado en el optimista y cómodo sillón del vencedor. Anduvo inicialmente muy relajado, tranquilo, nadando a favor de la corriente, y caminando entre datos tristes de la ruina real de optimismo entre la gran masa de unos españoles cabreados, decepcionados y desempleados. ¡Indignados!
Rubalcaba, marcó la necesaria pujanza de quien se ve perdedor. El aspirante socialista le ha planteado un combate a Rajoy lleno de ataque, intentando sorprender al gallego popular desde un golpe certero en las cuerdas.
En efecto, Rubalcaba ha actuado como el aspirante. El tiempo era corto, a pesar de que nos han tenido varias horas de asaltos, hasta intercalados por valoraciones tertulianas aderezadoras.
Rubalcaba, se arremangó y se despeinó. Se puso traje de hombre enfadado de la calle, y arremetió con convicción, pensando en una posible derrota desesperada. Sí. Pérez Rubalcaba necesita tomar traje cínico y hasta convincente, frente al poder de Cronos que parece definitivo. Acusó y acosó a Rajoy, intentando una y otra vez abrirle las cejas para que se encontraran los árbitros con un aspirante con urgencias.
Rajoy, trató de ser profundamente esotérico y ambiguo. Si soltaba prenda, no sería la mejor técnica para llevarse al agua a los electores. Necesitaba ser enigmático, hueco y formal. Tranquilo, y hacerse el asombrado ante la caña de Rubalcaba.
Lo mejor del debate fue dicha caña, las interrupciones, y la vidilla. Esa fue la salsa para aguantar a los aspirantes durante un tiempo exageradamente dilatado y en el plató de la "1" televisiva. Televisión oficial.
Rajoy siguió siempre mirando asombrado adrede a Rubalcaba. ¿Sería insolente, aquél que junto a Zapatero llevó a España a los cinco millones de parados?, ¿darle lecciones a él, con lo mal que lo han hecho los otros? ...
Solo puede estar viva la política,-aunque sea formal-, cuando la gente entiende bien de qué cosas concretas hablan sus jefes políticos. Los dos se lo han negado todo el uno al otro. Rajoy, ha tratado de bailar en juego de piernas todo lo posible, para evitar los guantes de Rubalcaba. Ni una sola palabra del caso Faisán, ni de las corruptelas Gürtel. Cada equipo necesitaba su estilo.
Lo peor era la farragosa leyenda de los datos económicos y los porcentajes, y lo mejor es que no nos hemos dormido viéndoles. Ahora pues, los angustiados indecisos han podido ver a dos formas de seguir con el argumento triunfador que les llevará a la Moncloa.
-QUE DECIDA LA JUSTA LIBERTAD-
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