Por azares de la incuestionable realidad, el mono va evolucionando hacia el homínido. Los primeros seres rudimentarios, que ya no son simios, tienen ante sí el reto histórico de la supervivencia.
Albores de la Historia. Todo, primerizo como un recién parido bebé vulnerable. Desconocimiento supino inicial. Todo es nuevo. Deben aprender a sobrevivir. No será fácil. Van a necesitar de muchos estímulos y de mucha suerte.
Los sapiens, neandertales, etc, tendrán todo un panorama desolador a su lado. Deberán mover el culo. Avanzar. Defenderse de las glaciaciones, distancias, calores, hambre, animales adversos, y de sí mismos y de sus primas emociones. De casi nada son conscientes.
Pero, ya son un poco sapiens. Ya pueden pensar en que hay que comer, o se mueren. Por tanto, inventarán si no lo tienen, lo que haga falta. Y echarán mano de toda su fortaleza física, de todo su arrojo, y de toda su esperanza.
Para combatir la mala sangre ante la muerte inevitable, soñarán en dioses, en espíritus, en chamanismos, y en miradas hacia lo alto. Adorarán a los astros y todas esas cosas, pero su curiosidad les llevará a desplazarse camino de su nueva verdad. Morirán muchos aunque no lo sepan. Será un combate heróico frente a la adversidad. Es lógico. Al adolescente humano, le duelen los huesos cuando crece.
El hombre prehistórico, está confuso y parece vendido. Pero logra apuntar bien a la diana de su contraataque, y se rehace y recicla contínuamente. Consciente e inconscientemente, va descubriendo el fuego, la alimentación más conveniente, la medicina, la estrategia, la distancia, las lluvias y los mares, la agricultura, el pastoreo y hasta el amor. En pie, y de cara. ¡Albricias!
Se junta, y hace sociedad. A las buenas o a las desesperadas, se da cuenta de la importancia y necesidad de los grupos, y hace la construcción de las primeras formas sociales. Es arquitecto rudimentario, y hace piedras para cobijarse y honrar a sus muertos.
Farfulla filología y sonidos, hace pinturas, se comunica, interacciona, y hasta logra refinarse. Supera las glaciaciones y los mil cambios inesperados, y descubre un placer más sofisticado, y las primeras formas del enamoramiento actual.
Lloran y ríen, toman identidad del territorio, y deciden la ética inicial. Hombres y mujeres deciden soñar en esa vida, y en ese progreso atropellado pero necesario. Y son capaces de yacer y pacer tranquilos durante algunas horas al día. Están en vías de ser felices. De lograrlo. De pasar a hombres. De, seguir.
El dios de la supervivencia siempre les ayuda. Lloran destrozados, pero se levantan y siguen. Son capaces de darle un beso a la vida, y de esbozar una idea posterior de ellos mismos. Ya no temen a nadie. Ya solo pueden temerse entre sí. Y lo saben. Era el progreso y era la vida. El simio, quedaba en las selvas.
-HOY, LES ADMIRO-
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