Adiós, Silvio Berlusconi. Se acabó tu era. Tu estar en la política. Acabas de presentar la dimisión. Te habías creído que eras un político con tu imbatible Forza Italia, y ahora descubres que solo eres una marioneta de las decisiones del Banco Central Europeo. ¿Sorprendido, Silvio?
Tus comienzos en este tu negocio de la política, fueron triunfales y llenos de boato, glamour y oropel. Eternamente joven y artista, dirigiendo todos los medios de comunicación de Italia, y aprovechando que el socialismo de la ex Democracia Cristiana o el comunismo, seguían y siguen en paradero desconocido. ¡Oh, allanado camino! ...
Silvio Berlusconi y tu cabello engominado, repartiendo sonrisas por doquier, y prometiendo la grandeza de tus mejores producciones. Silvio, el eterno uomo y galán. Tus apariciones públicas nunca podían dejar indiferente a nadie. Te considerabas un "vero sementale", que nada envidiabas a los grandes Casanovas modernos y clásicos del amor. L´amore.
Silvio. Fuiste un perfecto seductor, y hasta embaucador. Y te gustaba mucho demostrar que eras el más fuerte de Italia, y que a tí no te tosía nadie. Todo un líder incontestable, a pesar de que te acusaban de mafioso y de chorizo. Porca miseria y envidia, ¿hm? ...
Las mujeres, Silvio. Las mujeres, y tu educación machista para con ellas. Menudos fiestorros montabas. Menudas bacanales de sexo, y todo el glamour oportunista. Ragazzas bellísimas y trepas de cualquier edad. El sexo y el placer. La tentación de cualquier hombre de poder. La erótica y la flaqueza de la bragueta.
Silvio Berlusconi. El jefe o cappo de Italia y uno de los tipos más odiados por sus propios conciudadanos. Y no digamos, conciudadanas. Quisiste hacer de tu nación una empresa al uso, y arreaste bien fuerte a tus enemigos para amordazarles con leyes incontestables. Alfombra roja para "Il Cavaliere".
Acaban de llamarte de otra empresa extraña, que se dice Europa, y que rige el dinero del Banco Central Europeo. Y te han dicho, que lo que tienes que hacer es esto, y esto, y esto otro. Y así no hay quien gobierne, Silvio. Papandreu o Zapatero, ya lo saben. Ahora, ya lo sabes tú. Debes irte.
Desde que un forajido te arreó con un crucifijo en los dientes, notabas que pasaban cosas irregulares. Fallaba algo. Esto no era paz, ni poder, ni altura, ni cumbre, ni cima, ni nada.
Ahora, volverás a tus negocios, Silvio. Y si te sirve de consuelo, siempre estarán tus empresas, esas maravillosas hembras de cualquier edad, -y preferiblemente jóvenes-, que tanto te ambicionan el poder. Arrivederci, Silvio. Y no se te ocurra volver por estas cosas de la política. Estresan más que demasiado.
-CIAO-
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