A Papá Wimbledon no le gustan los partidos sin chispa. Sí. El gran estadio mítico del fútbol nunca esperará las estrategias de Capello, ni tampoco la manía de España de no tirar a puerta. Se aburre.
Sí. Wembley es un mito tradicional, añejo y con sabor a fútbol. La "Catedral", de esos veintidós chicos que juegan con un balón redondo, para con "shout" perforar la portería y cantar el gol. Esencia y emociones.
España saltó al campo verde y asombrosamente descuidado con alguna calva extraña, no puso la intensidad ofensiva, y arrriesgó poco. Dominó por completo el balón, y los ingleses se limitaron a poner una absoluta barrera de contención para convertir los espacios en anécdotas menores.
Mas una cosa es hacer acopio del balón y toque, con posesión avariciosa, y otra cosa es tener el esférico y crear peligro. Inventar jugadas, poner traca en la bota, e incertidumbre en el rival. España fue ayer tremendamente previsible, a pesar de su absoluto dominio de las cosas y de la irritante tacañería de un fútbol antaño valiente y siempre ofensivo. Con Capello, todo es otra cosa.
Silva no tuvo ayer su tarde, ni Iniesta, y eso se acusó demasiado. Y no digamos, cuando antes del único peligro que creó el equipo local, Reina dudó, y Lampard se adelantó en un marcador que ya no se movería.
¿Otra vez el gafe de los amistosos?, ¿Wembley permite los amistosos?, ¿lo es el jugar contra Inglaterra en su mito de templo deportivo? Totalmente discutible.
Somos los campeones del mundo de fútbol. Llevamos la estrellita, y dominamos el tempo, el estilo y la pelota. Pero, ha de esperarse más cosas. Tocar, pero meter. La idea del miedo ajeno.
Villa, se enfadó finalmente. Y se puso el mono de orgullo, y soltó un disparo que impactó en el poste. Pero se vio desorden. Sobre todo, en la delantera. Que si Torres, que si los movimientos posicionales, o que si la tremenda maraña de piernas defensivas inglesas.
España se soltó demasiado tarde. Y llegaron ocasiones, pero ya sin concreción final. No fue el partido más celebrado de España el de ayer, aún comprendiendo la racanería inglesa.
Perdimos solo por uno a cero, pero somos los campeones mundiales de ésto, y se nos queda mal body. Será el castigo del padre Wembley, que quiso castigarnos su bostezo con nuestra mala suerte final.
Yo os diré el porqué perdimos ayer. Es bien sencillo. Porque no nos divertimos, porque salimos a lucirnos, porque no supimos sonreír y pasárnoslo bien, y porque, en el fondo no quisimos respetar al summo y solemne Wembley. Y entonces, va, y nos aburrimos. Y nuestra España ayer no nos dió ilusión, y la música del genio del talento hispano se ocultó tras la excusa de las tácticas cerradas y los espacios imposibles. Y, yo, soy campeón del mundo, ¿vale? Y no debe gustarme perder ni a las canicas, y ahora tenemos una generación de jugadores para soñar y no para desfilar.
-PAPÁ WEMBLEY ES SABIO-
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