Siempre los domingos. Domingos míos de senderismo y excursión. Sí. Necesitaba explorar a la desesperada, afectos, caminos y rutas. La ciudad, me asfixiaba. Toda mi vida hice deporte. Pero, ¿qué sería aquello del senderismo? ...
Tremendos nervios pasaba yo los domingos en casa a primeras horas de la mañana, por temor a no oír el despertador, y con una excitación alegre, nerviosa e inusitada.
¡Venga, a preparar mi mochila! Azul. Le tengo mucho recuerdo a mi entrañable mochila azul. Fue mi primera mochila, y no de senderismo precisamente. Fue, una al azar, que compré en una tienda no especializada. ¿Para qué demonios habría que andar por los senderos de montaña con una mochila?... Cuántas cosas ilusionantes debía aprender yo en el transcurrir de decenas y decenas de excursiones. El aprendizaje constante y permanente. La aventura desesperada y deseosa. Una alegría.
Tenía unos cuarenta y bien pocos años. Nunca había caminado por las montañas, y mis conocimientos de tal medio eran nulos. Mas no me importaba. Asumía el reto. Sí. Mi vida cambiaba necesariamente en aquellas mañanas de todos los domingos con el grupo excursionista "El Botánico" de mi Valencia. ¡Increíble!
Imaginaba el volver a la infancia y a la juventud eternas. Ni tan siquiera llevaba gorra, ni crema de protección, ni ropa adecuada para el medio que iba a manejar. Ni mi calzado eran las lógicas chirucas, sino zapatillas o botas camperas de saldo y sin agarre, que no me explico cómo no rompía o destrozaba con tantos kilómetros de desniveles. Mi fortaleza heredada de mi padre, me iba haciendo amigo progresivo de la dureza de la Diosa montaña. Fuí muy feliz. Y, de todo, también ...
Allí estaba mi pueblo elegido e idealizado. Mi familia senderista, mis sueños desbocados en imaginación, mis novias platónicas del guerrero incansable de las montañas, las charlas entre las risas, o la bota de vino entre féminas, descansando brevemente en medio de la hierba la española siesta, antes de reemprender la marcha. Muchísimas vivencias. Demasiada locura.
Sí. Todo era una excursión. Sólo, una excursión. Mis amigos solo eran compañeros de domingo, y mis "novias" del sendero, el producto de mi virilidad necesitada de una ilusión fantasiosa. Aquel pastor audaz, aún no era yo.
Sí y sí. Me costó admitir mis tremendos errores. Aquéllo, no era para tanto. Y perdí el contacto y el afecto con hombres y mujeres mágic@s y siempre entrañables. Y empecé a sentirme mal, y desplazado, y aburrido, y hasta preguntándome dolido una maraña de porqués. Complejo resulta en estas breves líneas contar qué le pasaba a mi pasión idealizada. Seguramente, afecto ...
Por ahora, prefiero quedarme con aquellos parajes increíbles que descubrí, con las carreteras y caminos, las sorpresas, los versos demandados, los besos al viento, mis piernas rivalizando con las rocas, el conocimiento de otro modo de vivir mi tiempo de ocio, y un proceso inevitable de crecimiento personal. Pero, lo que no haré nunca, serán amistades a la desesperada, en un intento vano y absurdo de huír de mí mismo.
-LO PROMETO-
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