Don Antonio es el fiel cura de un pequeño pueblo de Castilla, el cual tiene la simpatía de cuantos le conocen. Y el respeto. Y hasta mucha autoridad.
De cara al exterior, todo le va bastante bien al cincuentón reciente D. Antonio. Hace el bien, cumple la liturgia que manda la iglesia, es generoso y humilde, y trata de ponerse en la piel de los que sufren. Le atraen los retos de la gente sin recursos, y trata de echarles una mano siempre que puede.
Pero, Don Antonio, no se siente bien por adentro. Y ni él mismo, a veces, logra explicarse el porqué. Sí. El porqué de su no felicidad y de su vacío interior.
El Don Antonio del dolor, es desgarradoramente auténtico y real. Se siente sucio y pecador hasta la médula, y en última instancia se considera un perfecto cobarde.
A D. Antonio le gustan los hombres. Le encantan. No le gustan las mujeres. Se queda prendado de los varones, y le entra el deseo. Y cuando éllo sucede, con sus propias manos se golpea el cuerpo, en un afán de apartar dichos pensamientos de sí. ¡Maldita tentanción!
D. Antonio es consciente hace demasiados años, de que es homosexual. No sabe si es una enfermedad, pero es su tendencia natural. Le agradan los varones. Apuestos, menos apuestos, jovenzuelos desinhibidos, y todo lo que tiene que ver con la femineidad en el hombre.
Y siente la carencia de su vida sexual. Se aterroriza al pensar qué dirían de él si lograran descubrir sus pérfidos pensamientos. ¿El placer?, ¿una pareja?, ¿su amor homosexual?, ¿la penetración anal?, ¿la felación?, ¿acaso el ano no está solo para defecar? ...
D. Antonio se coge la cabeza entre las manos, y desconsolado, llora su dolor y su impotencia. ¿Cambiar ahora toda su vida?, ¿ponerse un condón en el pene y hacer el amor en una cama con otro ser de su mismo sexo?... ¡Ay, por Dios!
¿Masturbarse D. Antonio? El cura atribulado, enciende su ordenador, y se equivoca. Su cabeza se va a una página de Naturaleza y animales, pero sus dedos teclean apresuradamente y con sudor nervioso, una página gay. Necesita no dejar de observar el mundo de los valientes, los cuales han sabido y con todo éxito salir del armario. Pocos minutos después, D. Antonio le da al ratón, y la página web desaparece. Otra vez a vuelto a pecar.
Hay un actor que todos ven y aceptan en el pueblo, y otro ser que sufre en silencio, y que además huele cómo la homosexualidad y el lesbianismo no andan demasiado lejos de algun@s curas y monjas. Tiene un olfato especial. Les huele a distancia. Y lo malo es, que está empezando a odiarse a sí mismo y a su maldito destino. Es como si el Diablo le tuviera.
- ¿QUÉ HACER? -
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