Seres humanos nacidos para darle vuelta y disfrute, en la única y gran aventura que es la vida. Vive la vida, y corre. Disfruta en cuanto puedas, y ejerce tu libertad.
Seres libres y nada dubitativos. Kilómetros en la carretera para soñar. Hay de todo para ser felices. Sonrisas, actos de amor, goce y placer. Dinamismo y vitalidad. Y Salamanca, y Burgos, y París, y Monterrey, y Londres, y Nueva Zelanda, y hasta la Conchinchina para visitar y descubrir. Adiós, sedentarismo tedioso y predecible.
Porque esas máquinas de vivir, hacen sus proyectos y se tocan. Y se hacen amigos, pandilla, amantes, adultos, padres, abuelos e hijos. Y arrancan con ímpetu su cometido vital. La muerte, se rinde ante las decisiones tomadas en el transcurso de la vida.
Si la rueda del carro del viaje se aja, entonces se substituye por otra, y sigue el sendero. Siempre continuará el sendero inabarcable a la par que imparable.
Sí. Viajar, leer, entretenerse, cuchichear, dejarse mojar por la lluvia que nace, bañarse desnudos en un estanque de luna llena, meterse con un árbitro al que le tenemos manía, y sobre todo, respirar. Ejercitar el respirar sin trabas ni corsés. Sentir bien pleno el oxígeno de las emociones.
Y por lo tanto, llorar, soñar, retar, gozar, andar, transitar, beber, voltearse, gustar de la gastronomía, escalar esa montaña, y mirar hacia abajo desde la ventana arriesgada de un aeroplano.
Mil ganas de vivir y de moverse. Nómadas hasta las cachas a pesar de un capitalismo cabrón. Nervios sanos, flores que se abren a la belleza de un arcoiris; árboles que se hierguen imparables para darnos sus frutos y su sombra en el estío.
Rabiosa actualidad hecha por todos nosotros. Metro de Tokyo, aglomeración, el Camino de Santiago, la ruta del Cares, un otoñal crucero de amor, el zen, el paso de la oca, la puesta de largo, el rubor y la luna de miel, la maternidad, el orgasmo, el ver cómo crecen los hijos, y el apreciar con entereza y serenidad cómo van decayendo los ancianos cual ley de vida.
Éso es. Ley de vida. Aprovechar los espacios, centrarse, y meterse dentro del área de penalty de uno mism@. Arriesgar. Nadie llamará a la puerta como en la Disneylandia de los bobos.
Quienes viven plena, salvajemente, saben que toda esta maravillosa selva de toros y leones, es perfectamente capeable y domeñable. Todo es viento y vida, aire y sol, sonrisa positiva y acción constante. Nada es baladí. Y lo que es inane, se tira a la basura y entonces uno pega la vuelta.
Itinerancia permanente. La Tierra se mueve y se mueve, orbitando alrededor del mundo de la luz. Somos hijos de un planeta vivo, y le imitamos. Y por eso bailamos, y montamos fiestas, y construímos guitarras y bolsos, y pescamos sirenas aladas y reales, que nos aman hasta que finalmente todos decidimos descansar.
-SIN IMPOSICIONES-
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