De no ser por la inmensa masa de bosque que parece ocultarles del mundo conocido, todos podrían ver que en unas remotas islas del Océano Índico, viven unos seres especiales y singulares.
Sí. Son como humanos, pero gigantescos. Miden de media unos cuatro metros, y laboran incesantes, produciendo un esfuerzo común. Los hombres y mujeres de las islas, son apuestos, naturales y tranquilos. Y por alguna razón que desconocemos, no se hacen ver. O quizás, sea, que nosotros no les vemos a ellos.
Los seres altos, son variopintos como nosotros. Son buenos, malos, regulares, canallas , generosos, sufren de la enfermedad, y gozan con el placer y la sonrisa. Llegan con facilidad a las copas de los árboles, y a veces juguetean con los pájaros y con sus nidos. Cuestión de altura.
¿Por qué son tan altos, y que hacen ahí? Nadie lo sabe. Todo es especulación e imaginación. E incluso podría tratarse de la mentira de una portera aburrida. Seguiré limitándome a escribir, y sin juicios de valor ni grandes respuestas. Sí. Porque yo sé que existen los seres altos aunque nadie les vea. Sé que existen cubiertos por la espesura de la foresta, y que su presencia me llama la atención literaria.
Nada tienen que ver con Julio Verne, Liliput o Gulliver, el Antiguo Testamento, o las otras Galaxias extraterrestres. Pero los seres gigantes de las islas remotas, podrían leerme. Sé que podrían hacerlo. Y hasta incluso estarían de acuerdo conmigo en que suelen llevarse bien entre ell@s, y que tienen un gobierno singular y nada usual. Sí. Allí quien lleva la manija y el bastón de poder, es una mujer. Nada más y nada menos, que la Reina Yupura. Sí. Y además, Yupura es aproximadamente medio metro más alta que todos sus súbditos. Por éso es que la eligieron Reina. Reina, en poder político, administrativo, en elegancia, en belleza, en inteligencia y en madurez. Y el pueblo isleño de todas toditas las islas que componen el citado archipiélago, le guarda veneración y afecto verdadero a su jefa suprema.
¿Conseguiremos algún día encontrarnos los seres gigantes y todos nosotros los demás del Globo? Ése, os confieso, es mi sueño. Y no solo lo deseo para acercar posiciones y para perder los lógicos recelos y miedos iniciales. No. Para muchas cosas más.
Para el encuentro y el conocimiento. Para romper guettos, leyendas de ocurrencia, o choques hipotéticos de civilizaciones. Para poder comprobar los unos y los otros, que no hay nadie mejor que nadie. Y que seguramente, mi bella panadera de la barriada tiene tanta magia como la Reina Yupura, o que los músculos masculinos de un africano tienen la misma elegancia y belleza que los de los gigantes súbditos de las islas apartadas. O que, incluso, se puede llegar a las copas de los árboles midiendo metro y medio de estatura.
-ESTOY SEGURO-
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