domingo, 9 de octubre de 2011

- EL "TINO" -



Años setenta. Quizás, los ochenta. Forma parte de esos personajes de tu adolescencia     y  juventud, a los que no sabes muy bien porqué, pero que quedan en mi recuerdo.
Conocí al "Tino", cuando todavía el jardín en el seco cauce de mi río Turia valenciano, era un proyecto sin concretar. Cuando el río, era otro mundo. Una especie de selva libre y distinta, dentro de otro modelo de sociedad y de personajes. Otro contexto. Sí. Aquel cauce del Turia seco, pero sin ajardinar, era mágico. Otra cosa. Lleno de maleza y hasta     de    unos  sorprendentes y abandonados campos de hockey sobre hierba. Molaba chutar a puerta y hasta meter goles en aquellas porterías tan chicas.
Sí. Tino. Años más tarde quizás, supe que se llamaba Cristino. No era desde luego un nombre usual. Y supongo que, para varón, menos todavía. Aunque todo es siempre cosa de gustos. Y ahí, nada hay escrito ni definitivo.
Tino era un joven como yo, bajito, y tremendamente mandón. Era guerrero, y muy poco abierto con las opiniones contrarias a las suyas. Pero se dejaba llevar por sus sentimientos y por su noble corazón. Si le caías bien, te defendía a muerte. Yo, modestamente, le caía bien.
A Tino le conocí jugando a nuestro deporte favorito, como era y es el fútbol. Tino era malo jugando. Muy malo. No tenía técnica individual, y su toque de balón      era   sencillamente lamentable.
Le recuerdo seriote en extremo, tomándose las pachanguitas demasiado    a      pecho,  y  discutiendo hasta con las piedras. El peor problema que Tino tenía, -o uno de ellos-, era que se creía un excelente futbolista. Y, como eso no respondía en absoluto a la realidad, le surgían los problemas, y se metía en medio de unos charcos de difícil salida. Hacía pifias tremendas.
Sí. El Tino tenía orgullo, y un equivocado sentido del mando o de la manija en el terreno de juego. Hacía faltas, más por torpeza que por mala leche. y cuando le quitaban    el     balón, siempre salía como un tiro detrás del contrario, intentando como fuera recuperar el cuero. No podía admitir fácilmente que le superaran. Era un iluso. Hasta que, al final, y cuando se daba cuenta de que los rivales eran muy superiores a él, acababa echándoles una sonrisa pícara. Como si hubiese estado todo el partido y como estrategia, fingiéndoles que él era mejor que ellos. Quería ir de listo.
Os contaré una pequeña anécdota final sobre mi entrañable "Tino". Un día, me confesó que se debatía entre el amor sincero de su mujer, y la pasión del placer increíble de una mujer con la que también salía. Y me pidió consejo sobre lo más conveniente para él.  "Tú, ¿qué harías"?, me preguntó Tino.
Yo, le dije que era mejor el amor verdadero que la pasión fugaz. Tino, se quedó mirando, y algunos minutos después, habló consigo mismo y decidió que era posible que fuera la mejor idea.
-PERO PRIMERO DEBÍA HABLARSE HASTA CONVENCERSE-

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