Es terrible pero no lo sabía. Le quiero y le quise. Nos casamos hace tres años y tenemos una criatura de dos. Soy Silvia. Tengo trabajo. Ahí soy una afortunada. Pero poco me compensa. No soy feliz. Porque Marcos ya no es el Marcos en el que yo deposité toda mi alma y mi cariño.
Al principio solo eran discusiones. Rifirrafes sin más. Cosas de parejas y de matrimonios. Pero, poco a poco se cayeron los velos. Un día mi marido me zarandeó. Luego, en seguida, corriendo, se volvió y me pidió perdón. Me dijo que no había podido parar. Y yo le tranquilicé y le dije que no se preocupara, y que le perdonaba y que todos nos ponemos nerviosos por unas cosas u otras.
Hasta que empezó paulatinamente a insultarme. Casi sin darse cuenta me decía que yo era una bruja y una puta, y entonces le noté con un machismo que me sorprendió. Marcos era raro, diferente, falso, embaucador, caprichoso y tremendamente desconsiderado con las mujeres. Conmigo, más ...
Hasta que me llegó la primera bofetada. Yo, le adoraba. No supe qué hacer. Me quedé de piedra. Y además me dijo que me había pegado porque me lo estaba mereciendo y de sobras. Que, otro, me hubiera arreado antes. Que yo no valía para nada y que todo lo hacía mal.
Lloré. Me refugié en una habitación y lloré como una niña. Me sentí como una cosa. Como una mierda. Ni comí, ni cené, y me pasé algunos días mal. Pedí la baja en el trabajo. Y cuál sería mi sorpresa cuando se enteró Marcos de la solicitud de tal baja. No solo no me consoló ni apoyó, sino que me llamó loca. Y que eso lo explicaba todo. Que yo estaba mal de la cabeza y que no tenía remedio y que yo le había arruinado por completo la vida. Que él solo era positividad, y yo la gran desgracia para tod@s. Una nada.
Me rebelé. E hice intención de lanzarme sobre él. Le dije que era un canalla y un sinvergüenza. Y entonces solo recuerdo sus ojos. Siempre sus ojos. Sus ojos eran un odio que daba miedo. Sus ojos me decían que era suya, y que si hacía el más mínimo movimiento agresivo me pegaba una paliza que me dejaba en el sitio. Y yo, por vez primera, comencé a oler estupefacta mi realidad.
Me pegó más veces. Le aguanté porque le tenía miedo. Y que pudiera hacerle algo a mi tesoro Cristina. Y lo jodido es que no tenía miramientos. Me pegaba delante de la niña para hacerme sufrir todavía más.
Un día, me golpeó y perdí la conciencia. Cuando la recuperé, me encontraba en la sala de un hospital. No quise presentar ninguna denuncia. Lo que solo deseaba era no verle más y darle muchos besos a mi niña maravillosa.
Estoy en tratamiento psicológico. Me atiende Carolina, que es muy inteligente y me conoce bien. Dice que es un tema de tiempo y que siga trabajando. Y os confieso que al principio yo tenía mil dudas. Estaba autodestruyéndome. Incluso seguía queriendo patológicamente a Marcos. Por no decir, ¡que le echaba de menos! ...
Ahora solo sé que me pegaba y que se acabó. Que me he separado y protegido por los míos. Que, he podido contarlo. ¡Ya no le quiero a ese animal loco! Con mi Cristi soy feliz. Empiezo a apostar que llegará un tiempo en que me creeré que puedo tener nuevas ilusiones y retos.
Y quizás les pierda el odio y el recelo a todos los hombres. Por ahora nunca pienso en los hombres. Y sé que me costará perdonarles. Porque en el fondo tengo miedo aún de mi inseguridad y de mi dolor.
¡PERO SIGO VIVA!
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