viernes, 22 de noviembre de 2013

- JOHN FITGERALD KENNEDY EN EL SUEÑO INOLVIDABLE -


¡Kennedy! Nuestro Kennedy. El Presidente de los Estados Unidos más carismático y mítico de todos los tiempos recientes de la gran Historia. Quien nos ilusionó. Quien ilusionó a la izquierda de todos los sitios y lugares. El hombre del brillo y del llegarte.
El irlandés católico emigrante de origen, asesinado por un loco. Ese Lee Harvy Oswald que siempre tuvimos como chivo expiatorio de algo más vil y colosal. Porque siempre hemos creído que lo mataron los mismos americanos del Poder, los cuales no podían consentir a un izquierdoso traidor en la Casa Blanca.
Los maravillosos e inolvidables sesenta. La foto. Las cámaras de televisión estaban allí. En Dallas, Texas. Retransmisión de su paseo en aquella limusina con su mujer. Lo mataron delante de todos. Como en una ejecución mediática. El hombre más poderoso del mundo había sido cazado. Como un animalito de monte. Su vida podía ser frágil, vulnerable, poco, fugaz, y fatal. Nacía el gran mito. Se nos decía a todos en el morro que no iba a ser. Que no podíamos tener a un Emperador con visos de querido, europeo, ciudadano, que hablara de derechos y de igualdades. América tenía la guadaña guardada. Su Alcatraz y su patíbulo preparados y por detrás. La libertad podía ser un esqueleto y una calavera. No teníamos la posibilidad de gozar. Había que volver al orden y a la mediocridad. Al mercado y al tedio cotidiano.
¡Nadie como Kennedy! Nadie, en la política americana. Fue el sueño mientras pudo ser. Fuimos todos un poco el sueño americano extendido por toda la Tierra. Este yankee podía ser de los nuestros y lo tenía todo para serlo. El mundo podía cambiar y para bien. Los no amantes de la libertad y de la democracia, podían sucumbir. Seguramente, por éso lo mataron. No les hacía la menor gracia un coloso así. Debía ser otra cosa.
El recuerdo de su sonrisa siempre es eterno. Y su vida de mito y de libertad. Los Kennedy y su saga. John, Jaqueline, Marilyn y todo lo prohibido, y aquel maravilloso Hollywood de hembras cual Jane Rusell y donde todo era mágico y potentísimo.
El lujo y la atracción. El imán de la bebida y de la libertad. El tiempo del fumar, del gozar, del rock, del orgullo, de la ilusión; de una forma especial de entender el mundo barroca y nuestra. Participativa, intensa, luchadora y viva. El mundo de Kennedy era rápido, vertiginoso, moderno, y avanzaba sin límites. Hacia la Luna, hacia las estrellas de todos los lugares, y hacia el arte de la cercana y universal libertad. Kennedy fue la referencia excitante de todos. De mis padres, de mis abuelos y de mí.
Seguramente, las generaciones actuales ya le pierden de vista. Todas las referencias políticas se han ido al hoyo. Desde ese hoyo, el negro Barack Obama trató de desenterrar esa ilusión colectiva perdida, y darle ciudadanía al mundo y no un consumo desmedido y enloquecedor. Pero Obama, seguramente, ya está de regreso al ostracismo. Ha sido nuestra última y fallida referencia.
En cambio, Kennedy ... ¡ J.F.K. ! El de las juergas y del submundo del sexo y también de la familia. El maravilloso libertino que nos desarmó por la espectacularidad de su sexy en pantalla. El político más mediático de todos los tiempos. El Cassius Clay de la política. El mejor. El fino estilista que no renunciaba a nada. Nosotros, que le admiramos y que nunca en el fondo tampoco deseamos renunciar a nada. Porque el día que lo hagamos, estaremos igual de muertos.
¡ AMÉRICA, AMÉRICA, AMÉRICA !

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