Me resistí. Lo intenté todo. He hecho todo lo que he podido. Pero aún tengo mala conciencia y hasta mala leche interior. Soy periodista, valenciano, de Canal Nou, y me siento en deuda. Me siento huérfano y traidor a un tiempo. Hago toda la autocrítica de la que soy capaz en medio de los sollozos. Me han tirado a la puta calle, como a todos, pero mi duelo es especial y sentido.
Porque no entiendo mi labor como una profesión más. Mi periodismo valenciano era mi cuna y mi templo. El lugar barraca de mis raíces recuperadas y mi segunda casa eterna. Seguramente, la primera ...
Sí. Me rebelé cuando lo del President Fabra, y le dije que no, que la radio y televisión públicas valencianas no se cerraban. Lo nuestro es una construcción vernácula y propia. No solo era algo de mercaderes o de caprichosos.
Canal Nou era algo sacro más que profesional. Era mi ventana madre, mi luz de Sorolla y mi cine de Berlanga. Canal Nou era mi Malvarrosa eterna y llena de sueños y de libertades, y también donde la cagamos. Todo es, y ha sido, y será mi gran megáfono público. Canal Nou soy yo y la sociedad valenciana, con todos nuestros defectos y virtudes. Hemos sido catalanistas, blaveros, madrideros, manipuladores, entrañables, de la Naturaleza, bobos, contenidos y hasta chantajeados. Hemos sido igualmente dóciles, empleados, familiares, y todo lo que se puede ser. Cabrones y utópicos, y ángeles de nuestras raíces y de nuestra Huerta sepultada. Nos hemos traicionado a nosotros mismos y nos ha sepultado la gente sin escrúpulos.
Lloro y lamento. Esto es un duelo y un hueco que empieza ahora y que no tomará ningún rumbo ni ningún puerto. Esto ya es la desbandada y la decepción, el entierro a las doce, y el gran apagón del golpe de estado informativo. Esto ya es ausencia y atrás. Se acaba de un porrazo el gran sueño de nuestra patria chica. Canal Nou no descansa en paz ni siquiera en nuestra memoria. Queremos seguir. Deseamos profundamente que resucite el muerto y que los policías no nos hayan desalojado. Queremos soñar con una segunda oportunidad, con nuestros niños y nuevas generaciones, queremos más vídeos de nuestras comarcas y de muestras gentes, queremos escuchar el valenciano y nuestra idiosincrasia ahora amordazada y sedada.
No me lo creo. Canal Nou ya es un mito viviente. Una pena y una cremà. La falla ha llegado a la noche definitiva. Al último acto. Pero es una falla de dolor porque no volverá, y porque ya no habrá otro 19 de Marzo, ni otro San José, ni las Hogueras de San Juan, ni la Magadalena, ni nada de renovación. Porque es un fuego fatuo e inane que nos hace más pobres y descastados.
Ahora ya no somos más que grupos de gente que se disuelven y que se buscarán la vida y los garbanzos donde buenamente podamos. A mí, que soy periodista, me esperará un futuro extraño y decepcionante.
Siempre quedará mi atrás. Y me acordaré mucho del Estatut de Autonomía, y de la libertad rigurosa y participativa de dicha libertad de expresión. Allá donde vaya, irá mi Canal Nou. La de todos los paisanos de Valencia, Castellón y Alicante. Hermanos.
Iñaki Gabilondo. Ahora lo comprendo todo mejor con esto de las privatizaciones. ¿Qué coño hace el mejor periodista de este país metido en la jaula de un videoblog de internet? ...
¡Ah, cojones! Ahora que todo el pescado está vendido y el mal árbitro y con argucias nos ha estrangulado los últimos minutos de nuestro ejercicio visual, auditivo y periodístico, voy comprendiendo la tristeza de un sueño ajado a la par que admirable.
No fuimos la mejor televisión de España. No fuimos la mejor radio y televisión de Valencia. Pero fuimos Valencia. Y nosotr@s somos Valencia, y trataremos de ser nosotros mismos. Pero nuestra voz está parada, silenciada, perdida, extraviada, sentenciada, y tremendamente indignada.
-IBA A SOLTAR UN TACO-
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