Veinte días escasos después de que saneara el baño y cambiara el plato de la ducha de mi casa, apareció la adversidad.
Esta mañana, bien tempranito, me llamaba al móvil el propietario del piso de abajo. Y me decía que sus inquilinos notaban filtraciones procedentes precisamente de mi sitio de higiene. De, la ducha. Que, me facilitaba el teléfono de sus inquilinos, para que me pusiera en contacto con ellos.
¡Cago en diez! ¿Solo veinte días iba a durar mi paz conquistada a base de sacrificio y de paciencia? Abrevié con el propietario y le dije que sí. Pero por mi fuero interno bailaba el fastidio. ¿Mis esfuerzos en vano? ...
Mas pensé en que una forma práctica de acallar mi malestar interior, podía ser la inmediatez de las cuestiones. Abordar mi realidad, sin miramientos y con claridad. Y, no me lo pensé dos veces.
Llamé al inquilino. A la primera, no me lo cogió. Pero a la segunda, sí. Me dijo que notaba como gotitas que se salían, y que empezaban a confirmarse al dejar un rastro de humedad en las paredes de su techo. Hemos decidido hablar el lunes, ver todo in situ, y tratar de ponerle remedio a la mayor brevedad. Me conviene a mí. Y de paso, a todos ...
Yo, no obstante, había tomado más decisiones. Llamé a la mujer que me asea la casa todas las semanas, y que había sido quien me trajo al obrero. La mujer aprecia al trabajador, y yo quería que ella también estuviera al tanto de las cosas.
Después, he hablado con el obrero. El lunes, vendrá, pasará a casa del vecino, y buscaremos una solución. No sé lo que pasará al final de todo este inesperado avatar, pero creo que la gestión ha sido la más noble y adecuada.
En otros tiempos, me hubiera arrugado. Me hubiese puesto tan nervioso y enfadado, que no sé si hubiese sabido llevar los galones de capitán del equipo o la camiseta de mí mismo que defiende los colores de la coherencia.
Seguramente hubiese buscado puentes, demoras, substitutos, o representantes. Para que otros me hubieran sacado las castañas del fuego. Afortunadamente, crece mi planta personal. Cada vez veo con satisfacción interna que me hago sujeto de mí mismo, con una decisión que parece hasta sorprenderme a mí por la celeridad y acierto para salir de los líos y adversidades.
Aunque estoy contrariado por el tema de mi nueva ducha y de solo veinte días de tranquilidad, hay otro sentimiento que me predomina y marca. Es la satisfacción de pensar en que el pasado me va quedando atrás, y que mi vuelta camino de mí mismo es un hecho.
No hay mal que por bien no venga. Todo esto es un reto y una prueba. Una confirmación casi anecdótica de mi robustez. Un hecho concreto más. Me orgullece y enorgullece ser así. Es evidente que no lo puedo dejar de señalar. Estoy pasando etapas duras del libro de mi vida, y transitando por otras actuales más mías, auténticas y certeras.
Esta noche volveré a dormir con la conciencia más limpia que nunca, descansaré con el lógico temor de los nervios y todas esas ansiedades, pero mañana me acompañará la solidez de mi consistencia labrada a golpe de tesón y de paciencia. La vida. La vida es atreverse a surcar caminos personales de temores y trabas.
¡ADELANTE, ADELANTE!
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