sábado, 24 de agosto de 2013

- LA MAMPARA, ( Y 2 ). -



Soluciones al agua que rebosa la pila y cae al suelo mío y al del vecino. La ducha de baño sin mampara. Nunca había tenido nunca mampara en casa. Solo una cortina ineficaz.
Esta mañana he ido con el obrero a una de esas grandes superficies del extrarradio de mi Valencia, y hemos adquirido una mampara. Parece que es una de las únicas soluciones para que el agua no rebase. Hemos adquirido lo que necesitábamos, le he dejado las llaves al obrero, y me he tenido que marchar a los cuidados de mi madre senil.
A eso de la hora de comer, ha sonado mi móvil. El obrero quería que fuese a casa: - Oye, ven. Quiero que vengas y tal ...
- Voy en seguida. No te preocupes.
Noté cierta preocupación en el obrero. Le gusta ser independiente y que no haya gente por ahí mientras curra. Por eso he decidido ir a ver lo que estaba haciendo con mi mampara.
Me ha extrañado al entrar en la casa el no verle, pero sí escucharle. No le había visto porque el obrero estaba dentro de la cabina agachado apretando unas tuercas. Y como en mi casa nunca ha habido mampara, no me he percatado en un principio de que estaba.
- Oye, estoy aquí, ¿qué no me ves?
- ¿Dónde estás? ¡Ah, sí! Hola, ¿cómo va?
- Bien. ¿Puedes entrar a través de la mampara?
- ¿Que si puedo entrar por la mampara? ... Sí, claro, voy. Espera.
No. No podía. Estaba demasiado estrecho. A pesar de éso, yo he porfiado entre lo imposible hasta que el obrero me ha dicho que no lo intentara porque era imposible.
Gordo, no estoy. He cogido algún kilillo con eso de que bebes más en verano por la calor, pero de gordo, nada.
El obrero ha decidido no perder los papeles. Me ha dicho que tenía una idea para que entrara, aunque tendría que ser de lado. ¿De lado? ...
Ha logrado hacer más grande la entrada, y entonces me ha invitado a probar ahora. Yo, bastante decepcionado, allá que he ido y me he metido a través de la mampara y cerrado las ventanuelas.
Algunos minutos después, he comprendido la realidad y por mí mismo de lo que había estado sucediendo todo este tiempo. Al no tener mampara, ¿qué más daba mi posición y mi geografía corporal mientras me duchaba? Era, otra cosa. Del pasado quizás ...
Sí. La madre del cordero era el plato de la ducha. A partir de ese punto, todo había de ser consecuencial. Se había comprado un plato de ducha demasiado pequeño por temor al dinero, y ahora tocaba una mampara a juego con el error inicial. Y, ¿dónde quedaba el cuidado y la adecuación a las medidas de mi cuerpo, el cual no es otro que el de quien se va a duchar en ese lugar? ...
Me acordé de López Vázquez y de Antonio Mercero, en "La cabina", y me acordé del humor que mi padre me legó. ¿Qué era todo ésto?, ¿entrar de lado desde una mampara porque el obrero no se había enterado de la película ni había meditado bien las cosas?, ¿ternura?, ¿ingenuidad juvenil por mi parte?, ¿mucho humor cuando todo es nuevo? ... Quizás, todo eso y muy junto.
Me acosté y dormí unas horas. Me quedo con la mejor noticia. Ahora podré subir a ese artefacto, el agua no se escapará, y yo podré ducharme tranquilo y sin riesgos de fuga de agua. Bienvenida sea la mampara de la sensatez a mi casa. Porque en mi descubrir el mundo que me rodea y abordarlo, hay un gran componente de valentía y de alegría interiores. Es lo mejor que podía hacer.
-Y SENTIR-

0 comentarios:

Publicar un comentario