viernes, 2 de agosto de 2013

- EL DÚO MUSICAL -



La verdadera razón por la que Inga y yo decidimos ser un dúo musical en los años ochenta, no fue que estábamos profundamente locos por la música. No. La única buena verdad, era que más allá de nuestra pasión artística, estábamos enamorados hasta las mismas trancas.
Inga era de Ibiza, y nos habíamos conocido casualmente en unas vacaciones en Lloret de Mar. Inga era poderosa físicamente, y llamaba la atención de todos los bañistas y los no bañistas. Yo, modestamente, siempre fui atractivo. Élla, me miró. Yo, la admiré. Y a los pocos minutos ya me estaba contando con toda naturalidad que también la apasionaba la música, y que ella actuaba en un pub en solitario tocando su guitarra y su maravilosa femineidad.
Aquella misma noche, pude ver a Inga actuando. Me pareció que su voz era fresca y bien timbrada, pero que le faltaba espacio y soltarse más la rubia melena. Aquel modesto pub le menguaba muchas de sus posibilidades.
Pocos días más tarde, ya éramos una pareja. Le dije a Inga   que   yo   era    un excelente compositor y cantautor, y que sugerirle un cambio de rumbo en su hobbie preferido podía ser un excelente consejo cuajado de amor.
La propuse cantar juntos. Todavía recuerdo sus carcajadas de incredulidad. Hasta que de repente se me quedó mirando, y me dijo con expectación en sus ojos: "Oye, ¿tú crees que funcionará lo que me propones?..."
Funcionó. La puse sexy y con un look más en consonancia con su personalidad, le enseñé mis partituras, y me afané en que nos pusiéramos a ensayar juntos y a la mayor brevedad. Inga, me dijo con ironía: "¿Tienes prisa, mi boss? Ja,ja,ja,ja ..."
Reía con ella porque era maravillosa y extremadamente mágica. Hablé con unos amigos que tenía por toda las costa del Mediterráneo, y nos abrieron locales. Llovieron los aplausos y los contratos. Cantábamos todos los registros para que no nos encasillaran, y empezó a correrse la voz de que había dos jóvenes cantantes que brillaban y triunfaban mucho en la noche. Nos llamábamos artísticamente "Inga y Soltz". Éramos capaces de bailar un tango cantándolo, y de seguir con el mejor rock español siempre original y con sorpresa.
Yo, cantaba, tocaba la batería, la guitarra, y lo que me echaran. Inga era capaz de hechizar cuando me hacía caso, se soltaba, y lanzaba al aire todo su talento evidente.
Hasta que un día, un tipo de una discográfica nos propuso grabar nuestro primer disco. Pero no funcionó bien y no se tuvieron las ventas esperadas. Yo, lo intuía todo desde el momento en que la letra de la canción me fue impuesta por otros tipos, y sobre todo cuando dos días antes de la grabación descubrí a Inga no solo con un  hombre en la cama. Sino, con dos ...
Yo, era un romántico principito emocional. Y aquello me marcó el final de un ciclo. Inga me rogó que la perdonara, pero yo siempre me negué. Consideré que el amor está muy por encima y es más serio que cualquier veleidad.
Hace mil millones de años que no sé nada de Inga, y solo cuando llegan algunos veranos y me acerco a dicha playa de Lloret de Mar, puedo ser capaz de recordarla.
Tomé tal disgusto, que dejé la música y me dediqué a los negocios. El amor herido me llevaba a mi tiempo de error. La música me supo mucho a Inga, y el éxito a decepción. Allá donde Inga esté, le deseo lo mejor y todas esas cosas que siempre se sienten cuando se es noble.
-MAS AGRADEZCO AL DESTINO QUE YA NO ESTÉ CERCA-

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