viernes, 20 de julio de 2012

- EL TOLDO -



Hace algunos años, decidí tomar una extraña a la par que necesaria decisión. Sí. En mi casa de toda la vida, iba yo a colocar en la parte de los balcones, un maravilloso y personal deseo de fantasía. Nada de persianas clásicas de siempre, ni gaitas. Para protegerme y bien de la calor del tremendo verano, decidí comprarme un toldo marrón claro. Casi naranja ...
Para éllo, hablé con una casa de este tipo de utensilios que hay por mi barriada, y ni corto ni perezoso, asumí los gastos. Ya tenía toldo, nuevo y mío. Mi aventura personal, solo y libre en mi lar de toda la vida. El crecer y seguir creciendo ...
Un día, en una de las reuniones de comunidad, alguien me espetó sin miramientos: -"Y tú, ¿qué haces con ese toldo en tu balcón?"...
A lo que yo respondí con toda la sinceridad de mi bisoñez: -"Pues que hace un calor de la leche y no pienso achicharme, ¡coño! " ...
No era posible. Las ordenanzas municipales no permiten la instalación de toldos   en      mi   barriada, y solo permiten la permanencia en los balcones de las persianas clásicas. Me costó asumirlo ...
La metáfora de mi crecer, está servida. El toldo me dijo que su instalación solo había sido producto de un error mío de novedad y de ganas de libertad propia, junto al afán dinérico del instalador, que no me aconsejó acerca del error. Me cobró y se fue ...
El toldo, representaba para mí una forma libre y personal de protección, amparado en el foco estival potente e imparable del casi cruel estío valenciano. Sí. El toldo era una forma     de  protección original, de abrigo mío, de ropa propia de identidad y de distinción ante todo lo que había a mi alrededor. Ni siquiera lograba fijarme en que en mi barriada no existían los toldos ...
Desde luego, mi sensación de necesaria y explosiva libertad, parecía imponerse por completo a la información necesaria relativa a las normas y disposiciones del ayuntamiento para mi barrio.
Sí. La libertad me empujaba a un camino de pulsión imparable de crecer, y con el orgullo de la evidente miopía.
Hasta que pasó el tiempo. Seguí creciendo. Sigo creciendo. Y ahora apuesto por otra forma distinta de protección, por otra manera de sentirme protegido, por otro acento y visión más real en la forma de presentar mi libre dignidad, y he salido airoso. Sí. La metáfora del toldo, es la expresión de un necesario tiempo en mi vida de ver, aprender, y tomar conciencia de mí y de los que me rodeaban y me rodearon.
Ahora están teniendo lugar en la fachada anterior de mi finca, unas obras que rehabilitan mi casa, la de mis padres y la que fue también de mis abuelos. Es       como      la     necesaria  rehabilitación de mi raíz. Mi inversión en el crecer, valió la pena. Atrás quedó la frustración por la mala apuesta y el error. No era el toldo el objeto a adquirir. No podía ser.
Los obreros, me han retirado de la pared esta misma tarde el citado toldo. Y en mi rostro se ha dibujado una sonrisa de aceptación  y ternura. En absoluto me ha molestado el que lo quitaran. Al revés. Asumí ha tiempo mi error, e incluso me he alegrado de que ese artefacto ya no esté en el balcón. No sirve de nada ni nunca sirvió ...
En efecto. Siento satisfacción de asumir mis errores, y sobre todo de poderlos ver.    Me  congratula y hasta me da ternura, aquel tiempo en el que mi libertad se tornaba casi como una dictadura mía. Bendito toldo que ya no está. Ya no lo necesito. Y cada vez necesitaré de una menor protección, y lograré puntería en mis elecciones de libertad.
-ASÍ VOY A SEGUIR-

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