martes, 17 de julio de 2012

- EL SEÑOR PEDRO SE VA -



Menudito, moreno y de Madrid. Sí. Con mucho acento castizo en las venas, apenas disimulado por su más que cortés educación. Una de las cosas más importantes. El señor Pedro ha sido siempre un hombre educado y realista.
La sonrisa del señor Pedro, fue siempre cordial y natural. A pesar de que una extraña timidez parecía atenazarle, el señor Pedro siempre tenía un gesto amable y afectuoso para con todos.
Sin alharacas ni concesiones a la galería. Por eso yo dudé al principio de él, dado    mi carácter extrovertido y mediterráneo. Mas finalmente pude darme cuenta de sus gestos humanos y francos. En efecto. El señor Pedro, que ya no regentará el bar Huerta de la esquina de mi calle, ha sido y es un hombre bueno.
Se va. Sí. Pedro se va, y cierra el modesto y entrañable bar que abrió en la esquina de mi calle, hará unos ocho años. Hacía días que le veía un tanto pachucho o distinto. Pedro, estaba serio y triste. Aunque hacía tiempo que en su tabernita ponía el cartel de "se traspasa", yo no pensaba que el fin de su negocio se hubiera precipitado tan de repente.
Sí. Lo que se quiera. El bar se habrá ido al carajo, pero nunca oiremos el estruendo   ni   la  derrota. Porque el señor Pedro no es de esas personas que guste del lamento     o     del    victimismo. ¡Ni hablar! El señor Pedro juega el partido de la vida con rigurosa realidad. Si hay que cerrar el bar, volverse a Madrid donde están sus hijos, y vivir por allí cuidando a sus nietos, pues se hace y sanseacabó. ¿Está claro? ...
Yo, le quiero mucho al señor Pedro. Me ha aceptado. Me aceptó siempre. Me vió sufrir y crecer, pensó de mí lo que fuera, pero siempre me tuvo una sonrisa, una diferencia   y    una  precaución humana y necesaria. A José Vicente había que dejarle estar. Necesitaba que no se le diese por el saco, y que se le dejase que aprendiera y creciese, y esa intuición el señor Pedro siempre la tuvo.
Me ayudó, fue depositario de mis llaves cuando al no poder estar yo en dos casas   a   un tiempo le necesité y aceptó, y se dió cuenta de que precisaba de su generosidad y hasta de su presencia. Y yo, siempre tendré en mi respeto el ejemplo conductual y para mí, del madrileño Pedro. Siempre le tendré en buena estima.
Pedro, se ponía contento cuando me veía chistoso y feliz. A veces tenía que hacer esfuerzos para no descojonarse cuando a mí se me iba una de las mías, y se reían hasta mis presuntos enemigos. Pero Pedro, el señor Pedro, sabía rehacerse y retomar prontamente       la     compostura. No era cuestión de soltarlo todo en una emoción desmesurada    y       hasta  apasionada. Ni yo ni mis cosas, las de nadie, debían influír en su ser y actuar ...
Claro que le echaré de menos a este buen hombre. Deja más sola todavía mi barriada modesta y entrañable. Habrá un vacío ahí. Pero cuando le recuerde con nostalgia inevitable, también recordaré su lección práctica. Que estará en Madrid con los suyos y con sus nietos, que Valencia fue un capítulo de su vida y que estuvo bien, pero que la vida siempre continúa imparable camino de otros quehaceres.
-LE ECHARÉ DE MENOS, PEDRO-

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