El gran futbolista de Fuentealbilla, Andrés Iniesta, se acaba de casar. Más de setecientos invitados. Lujo. Todo a lo grande. Jóvenes y millonarios. Triunfadores de hoy en medio de la cotidianeidad. Boda clásica, con frac, y manteniendo el espíritu de la gente rica o neorrica.
Mientras veía por la tele los retazos de la ceremonia nupcial del novio de España y de "La Roja", me venían al cuerpo sentimientos bien encontrados. Y la conclusión máxima que me llegaba al corazón, es que el fútbol toma la categoría de Poder. Y no solo poder económico, sino poder en general y desde muchas perspectivas y recovecos.
Vaya ejemplo. Con la crisis que hay, con séis millones de ciudadanos en el paro, con un país pendiente de un hilo, con políticos desesperados en busca de soluciones urgentes, con los españoles indignados al verse sin futuro y con bien poca esperanza, ¿qué pintaba todo esto del poder del fútbol en medio de la realidad? ...
Enorme contraste. Algunos afirman que los grandes e idolatrados gladiadores modernos que le dan una sobredimensión al deporte fútbol, ganan mucho porque generan dinero. Y como están en medio de una máquina de euros, es normal que ellos disfruten de los privilegios de esa máquina, aunque su único mérito sea que saben y muy bien golpear un balón.
Yo no sé si lo generan o lo dejan de generar. Lo que sí he pensado mientras veía la boda de Andrés Iniesta, es que el mundo está muy extrañamente repartido. Y, de modo bastante arbitrario. Porque una cosa es que queramos mucho a nuestros atletas jóvenes que le dan éxito a la Selección Nacional, y otra que esos triunfos impliquen una mejora real de las condiciones de vida de los ciudadanos españoles.
El fútbol, parece estar protegido por una gran burbuja de emociones. Supongo igualmente, que todos hubiéramos querido con envidia vivir como lo hacen los banqueros, jugar de cine al fútbol, haber fichado por el Barça o por el Real Madrid, y habernos casado con la princesa enamorada más maravillosa. ¿Quién no tiene derecho a los sueños? ...
Pero, lo que sucede, es que me temo que la realidad tiene poco que ver con el lujo y el oropel de la boda de Iniesta. Poco, o nada. El mundo de la realidad no son los lujos de las bodas ni los grandes despilfarros de los poderosos. Sí. Ahora, como ejemplo ético, debería huírse de las expresiones masivas de lujo y cielo.
En consonancia con los tiempos actuales, el mundo del fútbol y sus protagonistas deberían salir de su burbuja cómoda y acercarse más a la calle. Aterrizar, y ver que la gente sufre. Apretarse el cinturón, rechazar contratos demenciales por estratosféricos, y decirle a la gente con hechos que ellos se solidarizan igualmente con la tristeza y con la pobreza que nos embarga a todos.
Ése es el error del poder del fútbol. Que, una cosa tan de todos, sea finalmente selecta y disfrutada económicamente por una minoría de privilegiados. El fútbol no debería funcionar al margen de lo que sucede. Y algunos de los futbolistas nunca deberían olvidar de dónde proceden y de los lugares bien humildes de los que llegaron.
Sí. Sentimientos encontrados y diversos, pero por encima de todo la tozuda realidad. Estamos en crisis. No son momentos para boatos y excesos.
-ASÍ LO PIENSO-
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