Recuerdo mi infancia pegada a una radio. Sí. A uno de aquellos aparatos enormes de radio que habían. Y también evoco un tiempo de mi vida, en el cual, todo mi ocio extraescolar, giraba alrededor de las noticias deportivas que salían de dicha radio quasi mágica.
Tengo recuerdos vivos que casi me asombran a mí mismo, dado que voy ya por los cincuenta años. Una vez, y como no tuve aparato de televisión hasta cerca de los años ochenta, recuerdo que no quería perderme la final de los años sesenta de una final de Copa Davis de tenis que disputaban Australia y España en cancha australiana. Y desde la radio, escuchaba durante horas la transmisión del intercambio de bolas entre Rod Laver y Manolo Santana, y aprendiendo finalmente a desentrañar lo que era un drive y un passing shot. Perdimos aquel choque.
O, aquel eterno y dominical Carrusel Deportivo de Vicente Marco, Juan de Toro o Joaquín Prat. Y los corresponsales en los distintos campos de fútbol de España. Allí estaban todos los domingos los periodistas Miguel Domínguez, Joaquín María Puyal, Pepe Bermejo, Juan Tribuna, Antonio de Rojo, José María Guimaráens, o "Chencho" el periodista del CD Castellón. O, Belenguer Delgado, o Paco Ortiz, o el corresponsal del Calella con su fuerte y apasionado acento catalán.
Recuerdo una anécdota de este último periodista, del que siento no recordar su nombre, cuando en cierta ocasión y mientras afirmaba y afirmaba que al Calella le habían robado el partido, el director de Carrusel le pedía summa brevedad y rápida calificación del árbitro. El periodista, indignado, no podía parar. Hasta que, Vicente Marco,- el director del espacio-, le insistió para que diera los datos a modo de resumen final y la calificación del árbitro del 1 al 3. A lo que el citado periodista catalán respondió con un sonoro y sincero: "¡le doy un 4! ". Joaquín Prat, uno de los pesos pesados del citado programa deportivo, se metió por en medio para quitarle hierro al tema, y soltó una sonora carcajada profesional. Tierna anécdota del bueno de Chimo Prat.
Sí. Mis tardes de domingo infante, apenas eran de salir con otros niños, o de visitar a mi menguante familia. Poco de éso. Y yo, cogía una libreta, me ponía al lado de la radio grandota aquella, y me disponía a anotar los goles, los resultados, los goleadores, y me metía dentro del programa deportivo, casi jugando a ser un periodista anónimo más.
Y entre semana, escuchaba más programas deportivos. Como uno que hacían en la emisora de mi ciudad "La voz de Levante" y en el que salía la voz del periodista e hincha del Levante UD, Paco Gandía. Paco Gandía era levantinista hasta hasta las trancas, y me apasionaba su forma directa y amorosa de hablar del equipo de sus quereres. "Amables oyentes, muy buenas noches", decía siempre un Paco Gandía, el cual llegó a ser concejal de deportes en el Ayuntamiento de mi Valencia y un mito en el distrito marítimo, que era el gran vivero del levantinismo. Un hombre, entrañable y del pueblo.
Pero, la niñez no era ésto. La radio, cumplía en mí una función de relleno de un tiempo imposible. Los niños no se quedaban en casa los domingos por la tarde oyendo Carrusel, sino que sus padres les llevaban al campo o les instaban a bajar a la calle a jugar con sus amigos niños como ellos. Pero mis padres, los pobres, andaban a otras cosas.
-Y NO ES REPROCHE-
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