Como algunos de vosotr@s sabéis, estoy yendo estos días a un centro de salud de mi Valencia, para realizar allí los ejercicios de rehabilitación para recuperar mi rodilla, operada a mediados del mes del pasado Diciembre.
Es curioso, pero yo le tenía mucha alegría a la palabra rehabilitación. Os confieso, que me preocupaba más la operación. Mucho más. Tenía miedo a la intervención quirúrgica, y nada de miedo a la rehabilitación. Estaba deseando tal rehabilitación.
Pero, precisamente, ahora que la estoy realizando, me doy cuenta de que lo duro era ésto. Que la rehabilitación es una barrera difícil de pasar, a la par que necesaria. ¿Cómo podía ser posible que la rehabilitación fuese una cierta barrera, y no una alfombra rápida hasta la sanación feliz?...
Sí. La recuperación de mi rodilla dependerá mucho de mis reacciones. Si soy sincero con las sensaciones y posibilidades que ahora ofrece mi articulación, pasaré entonces la barrera y me curaré. O, lograré grandes progresos.
Mi rehabilitadora Hortensia es pequeñita de cuerpo, atractiva de facciones, y tremendamente profesional. Es seria, pero no tanto. Lo que es, es práctica y tímida. Y valora cuando la hago caso, y pasa de mí cuando ve que voy a la mía con los ejercicios. Y cuando esto último sucede, entonces no progreso yo, por la puñetera ansiedad de querer estar bien y en el menor de los plazos posibles. Y ella decide que no tiene autoridad sobre mí, y entonces se desmoraliza y el proyecto de recuperación no termina de salir.
Sí. Mi sinceridad. Tengo que hacer caso a Hortensia. Hortensia solo quiere ayudarme. Y , ayudarme, es que yo la deje ayudar. Yo sé cuándo le hago trampas a mi rodilla y cuándo no se las hago. Ahora deseo ir como antes, y marchar a toda leche por las montañas, y cuanta más dureza, mejor.
Craso error. Embuste a mi rodilla. Esto es un reto y un sano proyecto. En la bici estática,-por poner un ejemplo-, debo ir al ritmo que la rehabilitadora me indica, y no queriendo batir los récords de Induráin o Contador. Los movimientos han de ser, obedientes, sinceros, suaves, y dosificados a la medida de la medicina. Consecuentes.
Me atenaza la ansiedad, y no lo puedo evitar. Y entonces Hortensia me mira de soslayo y con desdén, como queriendo decir: "si hace lo que quiere... ".
Sigo aprendiendo. Voy a luchar por ganar la suavidad que mi rodilla precisa ahora, y no voy a marcarme plazos de recuperación. Y como Hortensia dice, si no lo hago bien, peor para mí.
-PURA LÓGICA-
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