sábado, 12 de febrero de 2011

- FRESCAS PLANTAS DE MÍ -

Esta mañana noté al alba los primeros frescos de la primavera valenciana, la cual ya se intuye en el horizonte. En mi horizonte, y en el horizonte de todos.
Lo primero que hice, fue dirigirme al balcón, en el cual residen unas cuantas plantas en maceta, que ciudo con mimo durante todo el año. Y como en Valencia no llueve últimamente, me daba a mí en la nariz que necesitaban el líquido elemento, pero esta vez en forma de frescor.
Por eso he tomado el alba de mi vida, y he podido trocear un cacho de frescor, y lo he juntado con un recipiente de esos para echar el agua.
Sí. Las mimo. He mimado las plantas de mi balcón nuevamente. Les he tirado frescor sobre las hojas. Me he centrado en las hojas y en el aire. En remozarlas. Hoy es el día en el que el agua no debía caerles a mis plantas desde abajo o desde el suelo de la planta. No. La cura sanitaria tenía que venirles desde bien arriba. Como un dios o un maná que les diera nuevo sustento, nueva vida, nueva raíz, y nueva consistencia en su posición e identidad vegetal. Rozando mi esoterismo.
Mil veces me pregunto que por qué hago esto de cuidar a mis plantas con tanto esmero, y os confieso que no logro hallar una respuesta muy clara. No lo sé. Sencillamente, me nace y me relaja el hacerlo. Me gratifica.
Porque cuando acariciaba mis plantas del balcón con mi frescor añadido y necesario de Febrero, los demás no existían. Nada existía. Las plantas y yo, éramos una sola cosa. Y había una especie de sutil comunicación y lenguaje especial.
Las plantas me estaban dando las gracias por ayudarlas a sanar y recrecer, y yo me sentía realmente bien con dichos cuidados.
Yo sé que ésto, representa, la vida. El refrescarse, es éso. El darle nuevos bríos a las raíces y a los tallos, yo estoy convencido que es lo mismo que darme nuevos bríos y esperanzas a mí mismo. Esa es mi magia. En la medida que ayudaba, me sentía fortalecido y ayudado.
Y cuando he parado la tarea finalmente, he cerrado el balcón, y me he introducido de nuevo en la casa, entonces me he sentido reconfortado y lleno de fuerza. Sí. Parecería que las plantas me han dado una fuerza y una energía colosales. Ahora mismo, le doy un puñetazo a una pared y hago una muesca. Porque son instantes que recibo, llenos de oxígeno y de plenitud. Os lo confieso.
Y en seguida me he ido a un papel, y he escrito todo esto que leéis. Y con gran rotundidad, convicción, velocidad y naturalidad.
-COMO OS LO CUENTO-

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