Mañana se cumplirán treinta años desde que el guardia civil Antonio Tejero Molina y sus compinches, decidieron dar un intento de golpe de estado contra la libertad democrática española.
Cuando veo aquellas terribles imágenes, con aquel tipo raro del bigote irrumpiendo en plena sesión del Congreso de los Diputados pistola en mano, siento mil sensaciones encontradas. Pero, una, predominante. Sentía temor a que una panda de fascistas, terminaran de un plumazo con la aspiración de los ciudadanos españoles hacia el progreso y la libertad. Tejero, Armada, y todos esos canallas, se habían propuesto quitarnos nuevamente los sueños.
Ya tuvimos a Franco, el dictador, secuestrando nuestras libertades durante cuarenta años, y sumiéndonos en un subdesarrollo lógico frente a los demás países europeos, los cuales gozaban plenamente de dicha libertad y de las cadenas rotas del dolor.
Muerto Franco, comenzó la transición española hacia la democracia. El pueblo español, había tomado la palabra, la lucha y la convicción, y había apostado por la vía democrática.
Existía lógico pánico. Los militares y la iglesia, habían estado durante todo el tiempo apoyando al dictador. El cambio tendría sus riesgos, pero también una imparable sed de libertad. ¡Ya estaba bien! El pueblo, no era tonto, y se movía en reivindicación viva.
Adolfo Suárez fue el primer presidente de la democracia reciente española, pero su papel solo pudo ser prácticamente representativo. No le dejaban los poderes fácticos. Así que, decidió renunciar. Leopoldo Calvo Sotelo,-segundo presidente-, siguió haciendo la misma faena de aliño que había hecho Suárez, hasta que parecía que la nueva libertad iba a llamarse Felipe González y Partido Socialista Obrero Español. Y mesecitos después, volvió al Congreso de los Diputados la pistola militar, con aquel famoso y penoso a un tiempo: "¡Quieto todo el mundo!" ...
Afortunadamente, la intentona no prosperó. Ganó el Pesoe las elecciones, y los militares asumieron que su papel era de obediencia total a los respectivos gobiernos democráticos. Los militares, acertadamente, decidieron ver la realidad de las aspiraciones del pueblo español, y dejaron de constituírse paulatinamente en un peligro para todos nosotr@s.
Ahora, treinta años después de aquel hecho lamentable, el peligro y la dictadura no son militares, sino económicas. El mercado y sus crisis convulsas mundiales, tiene a cerca de cinco millones de ciudadanos españoles y no españoles, en la cola del paro y preocupados por su futuro. Esperemos que alguien ponga coto a tal dictadura del dinero. La espera de la utopía necesaria.
Mientras esto escribo, veo las aspiraciones democráticas de los árabes, y las caídas de algunos de sus dictadores. Y es que no se puede caminar de espaldas a la realidad.
- ES UN CRASO ERROR -
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