miércoles, 23 de febrero de 2011

- "RICARDET " -

Le conocí en mis andaduras montañeras de domingo senderista. Ricardet era un hombre bajito de estatura, callado, y nada dado a las estridencias de ningún tipo. Era tremendamente tímido y vergonzoso, y seguramente ocultaba mil sentimientos que nunca nadie conocería. Era muy celoso de lo suyo.
Ricardo, "Ricardet", hablaba siempre en valenciano, y afirmaba ser de la barriada de Ruzafa. Barriada bien céntrica y castiza. Pero en el porte y mirada de Ricardet, había seguramente mucho misterio y alguna que otra desubicación.
Conmigo era considerado, amable y respetuoso, y yo recuerdo su sonrisa entre tímida e irónica. Los demás senderistas aparentaban pasar de él, pero en realidad yo creo que era Ricardet el que pasaba de ellas y de ellos. Quería, como pasar desapercibido; como que no le influyeran o marearan. Y a la vez, era colaborador y solidario. Se preocupaba por los demás cuando les veía en dificultades montañeras, lo cual denotaba su humano corazón. Ayudaba mucho a los demás.
Ricardet era fuerte como una roca a pesar de su limitado físico. Era capaz de resistir como un africano cualquier tipo de dificultad o esfuerzo en la montaña. Era coriáceo y tremendamente astuto. No le gustaba nunca tirar a fuerte ritmo, a pesar de que poseía unas extraordinarias facultades de fondo y capacidad agónica. Sí. Ricardet estaba aprendiendo mucho, y a la chita callando. Sin que se notara.
Un día, me di cuenta de que hablaba con una chica. Y hablaba y hablaba, y todo lo demás le importaba bastante menos. Y la chica, al principio tímida, fue poco a poco sintiéndose muy a gusto con él.
El amor azaroso, se estaba cebando con Ricardet y su chica. Era, otro. Se preocupaba más de su porte, de su vestir, se cuidaba más, le importaba mucho su chica y su apariencia, y deseaba agradarla todo lo posible. Crecía.
Pero, sobre todo, los ojos delataban a Ricardet. Le brillaban, como a un adolescente. Le cambió la vida. Le llegó el amor. Empezó a espaciar sus venidas al grupo senderista, y yo intuí el porqué de sus ausencias. Sí. Estaba en otro sitio junto a su chica, y siendo bien feliz.
Hace ya por lo menos dos años que no sé nada de Ricardet. Pero no me importa, porque sé que ahora es plenamente feliz, y antes no lo era tanto. Domingos y más domingos de sequía amorosa, daban paso franco a tiempos nuevos de amor y felicidad para el menudo y bueno de Ricardet.
Qué mal debió de pasarlo en todo aquel tiempo de sequía de pareja. Pero nunca nadie escuchó de él la más mímima queja. Ricardet había aprendido a no forzar las cosas y a no esperar nada de nadie.
-POR ESO HALLÓ EL AMOR-

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