Os confieso que muchísimas mañanas del año, me levanto bien temprano, y me dirijo a dos lugares para mí estratégicos de mi casa. El balcón, y la parte de atrás, la cual da a las galerías. Son sin duda, los lugares más vivos de mi lar. Mis exteriores, mi aire, mi luz, mi pureza y mi vida.
En el balcón tengo unas macetas que tienen un significado para mí simbólico o metafórico. Y más ahora, que estamos en primavera y las plantas empiezan a mostrar toda la actividad, saliendo de la lentitud del este año crudo invierno.
Os sigo confesando que, cojo dos o tres botellas de esas de refrescos de naranja que suelen vender en el Mercadona, y entonces empieza el primer milagro de mi libertad. Sí. Del grifo de la pila de la cocina hasta el interior de la boca de las botellas, el agua renovada y fácil, va cayendo y llenando dichos recipientes y resbalando sobre mis manos. Ese frescor del agua sobre mi mano es mágico. Yo, lo siento así.
Ahora, en estas primeras horas y luces del alba, la ciudad duerme. Apenas hay nadie transitando por debajo de mi balcón. Es el momento. Por eso es que agarro tres botellas y abro mi balcón. Entra el aire procedente de la calle, y se enciende una nueva perspectiva. La vida.
Cojo la botella de agua, y dejo caer dicho agua sobre las hojas de todas las plantas , menos las del geranio, que se puede ajar y morir. Pero no lanzo el agua sobre las plantas que no sea con delicadeza y fijándome. Solo quiero que el agua se pose lo más suavemente sobre ellas. Que sea como un coito de enamorados amables y temerosos. Como una aproximación, como un beso, como una empatía necesaria.
Lleno de energía, os confieso que me voy a la parte de atrás, donde están las galerías, y allí, y a cubierto del sol, tengo tres o cuatro calas. Si las tengo allí, es porque en el balcón y por el sol continuado de mi Valencia, quizás no lograran aguantar el mes de Junio sin secarse y quedar solo los bulbos nuevamente. Y por tanto, la zona sombreada pero también exterior, libre, llena de vida, y protegida de las agresiones exteriores, puede permitirme mantener las hojas prácticamente todo el año. Y me siento realmente relajado y bien.
Os confieso que no tengo muy claro el porqué hago esto casi todos los días del año, que no sea por la simbología del crecer o permanecer. En la medida en que cuido a mis plantas,siento que del mismo modo me cuido a mi mismo.
-PERO POCO MÁS SÉ DE ESTE MISTERIO-
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