viernes, 14 de septiembre de 2012

- MI ROCKY -



Soy Margarita. Tengo setenta años, ¿sabéis? Sí, sí, toda una vieja. Una anciana. Una mujer mayor, y todas esas cosas. Pero que nadie se engañe. Poseo mucha vida y muchas ilusiones.
Y éso, que la vida me ha dado palos inesperados. Tengo fe. Soy creyente.  Voy a misa   los  domingos, soy muy tradicional, y creo en Dios y en la Virgen. Y mi santo preferido es  San Judas Tadeo, que es de las cosas difíciles y hasta desesperadas.
Me acuerdo mucho de Arturo. Sí. Mi marido murió hará para Octubre dos años, cuando se estrelló con su coche contra un quitamiedos de una carretera de Orense, perdió el control, y no os cuento más que es de llorar.
Y ahora, como sabéis que soy viuda y que nunca más habrá amor en mi vida porque todo se perdió, os voy a hablar de un milagro que tengo en la casa y que se llama Rocky. Je,je, je. Ya sé que tiene nombre de boxeador y todo éso, pero mi Rocky es un perrito maravilloso.  Mágico. Le quiero más que demasiado ...
Cuando mi hija Matilde se fue con su marido tras dejarme mi único varón que se llama Jaime y que se acaba de separar por cierto de su mujer, entonces me sentí malhumorada y como traicionada. Ya imaginaréis: mi marido muerto,    mis    hijos    que    habían     volado   casi  definitivamente, aquellos implacables recuerdos en la nostalgia,    y    la     maldita    soledad  mandando sobre mi viejo ánimo.
Mi hija Mati se fue a la Protectora de Animales, y me trajo a un animalito     pequeñín   y  juguetón, de blanco color, al que yo nunca le prestaba la atención debida. Ganas me daban de darle una patada defensiva para mi ánimo. Pero afortunadamente para todos, no pasé del deseo. Vaya pensares que tenía ...
Pero, pasado bien es cierto que muchas semanas, Rocky se me acercó   cuando  mis    ojos  estaban llenos de lágrimas por el recuerdo de mi Arturo, y se me quedó     mirando    muy fijamente. Yo, necesitaba la presencia de un ser vivo en aquellos malditos momentos, y va y Rocky tras mirarme, se me acurrucó a mi lado.
Y yo le cogí en brazos, y para que mí que también lloraba. Sí. Estaba triste el chiqui Rocky, y yo dije que aquello era injusto, y que aquel animaluco no tenía que     verse      inundado    o salpicado por dolor alguno. No se lo consiento.
Hacía demasiado tiempo que me había alejado de la gente de la barriada. No salía. Y cuando les reencontré a los vecinos caminando junto a mi tesoro impagable que es Rocky, es que teníais que ver a unos y a otros cómo vibraban y jugaban con él. Y como Rocky es cariñoso a mil, y os juro que ha tiempo que forma parte de mi familia, pues no tengo    otra    cosa   que decirle que le quiero mucho porque es toda la verdad. ¿Sin él,  yo? Ni me lo planteo ...
Rocky es más que mi perrito blanco y bullidor. Mucho más. Rocky es imposible, cariñoso, caprichoso, pícaro, le gustan mucho las perritas, me quiero como no podéis imaginar, y   le chifla saltar y brincar, y acercarse a los niños de mi barriada, los cuales siempre se ponen a jugar tanto con él que hasta sus padres han de conminarles a que suban     a     sus    casas  respectivas y a que no sean pesados.
Me gusta ser práctica y trato de ser poco romántica, ¿sabéis? Pero cuando se me fue Arturo pensé que todo el brillo del devenir se me había esfumado al lado de todas las emociones positivas.
Pero mi Rocky se zampó el hueso de la tristeza, y comenzó a jugar con mis piernas y con mis pies, y a ladrarme el muy gamberro mientras se inventaba unos juegos extrañísimos. La vida ha querido premiarme en mis últimos pasares por la vida. Toda élla, pivota alrededor del calor de mi pequeño truhán.
-Y QUE ME PERDONEN MIS HIJOS-

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