sábado, 15 de septiembre de 2012

- EL SOLDADO -



James Farrell encaró su situación. En su casa y en su lar, todo era estéril. Él era fuerte   y   joven, no le gustaba ni su mundo ni el mundo, y encima    otros      pueblos     e  ideologías  amenazaban su identidad y la de los suyos.
Desde sus profundas convicciones morales, Farrell se apuntó voluntario a la milicia, y   se  dispuso a luchar. Resuelto y decidido, partió al destino que se le indicó. Sí. La guerra podía ser una perfecta hez, pero no había más remedio. Lucharía por aquello que considerara justo, honesto, auténtico y verdadero.
James Farrell era una novato total. Un bisoño irredento. Fue destinado a la primera línea de fuego y de combate. Y al principio, tuvo mucho valor y se ganó el respeto    y   hasta    la admiración de sus compañeros, a causa de su valentía, facultades físicas y audacia. Farrell era una metralleta humana, una máquina de precisión, un soldado increíblemente eficaz, y un ser temido por sus enemigos.
Pero todo no era tan bonito. James Farrell lo pasaba mal cuando no estaba en el medio de la lucha. Sí. Los tiempos muertos. Cuando se tenía que relacionar con sus compañeros o con sus superiores soldados, James se sentía extraño; como si no perteneciera realmente    a    ese  mundillo tan para él simplón.
A medida que la guerra transcurría, se sentía no partícipe de la forma de ser de cuantos  le rodeaban. Se notaba entre un grupo de gente desesperada, de poco fondo, reduccionista, y hasta absurda.
James había descubierto la falsedad del maniqueísmo, y su propia verdad. Cada   día    de  batalla, se daba cuenta de que él tenía las mismas razones para hacer la guerra que las que tenían sus propios enemigos y contrincadas. Eran razones humanas, pero subjetivas, corajudas pero terribles, tensas y demasiado complejas para no ser extrañas.
A pesar de todos los ruegos en contrario. James Farrell decidió abandonar el ejército. Dicen que nunca se ha visto en los campos de batalla un soldado tan rutilante y de nivel como él.
Pero ahora, Farrell sabe que la mejor forma de ser soldado es la de conocerse a sí mismo. De hecho, se sigue considerando un soldado en la vida civil. Es trabajador, comprensivo, y no cree en el odio sino en las razones equivocadas o no, de unos y de otros. De los buenos, de los malos, y hasta de los regulares ...
James es soldado de su vida cotidiana, y cuando cree que las cosas no se dicen bien, nunca saca un pistolón o una metralleta, combate sus ideas argumentando y con naturalidad,   y  prefiere que no le hablen de bombas o de conquistas.
James Farrell detesta la violencia y la muerte. Cuando por la tele ponen imágenes bélicas, su rostro se entristece y se vuelve desagradable. La lucha, es otra cosa. La pelea por la libertad, no puede verla en un lugar desesperado y a cañonazo limpio.
No. El soldado, el gran soldado Farrell, prefiere el canto de los pájaros de la paz. La sonrisa de la vulnerabilidad, la potente munición de los pensadores, y el ejercicio victorioso   y     hasta  mágico de los héroes que buscan su felicidad sin un grito o un bofetón.
-SOLO PIENSA EN LAS VÍCTIMAS INOCENTES-

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