Cuentámelo todo, Marisela. Dime qué ves. Háblame de cómo estoy posicionado en el azar del destino, e incluso haz el favor de hablarme de amor.
Sí, Marisela. De amor, y de sueños. De caracolas del Brazil que todo lo escuchan, de cómo serán mis vacaciones, de si me irá mejor en el trabajo, en la amistad y en la virtualidad.
Necesito que me hurgues en el porvenir. Que me descifres en lo posible todas las incógnitas que tú puedas ver, Marisela. Quiero que me digas si me ves entradas de dinero, si se aleja la penuria y la lesitud, y si vienen por fin visitas excitantes. Dímelo todo. Sorpréndeme. Méteme un potente chute de positiva fantasía. Necesito imaginar un devenir de colores poderosos, y de aventuras excitantes y llenas de energía.
Sí, generosa Marisela. Díme si hay sueños para gozar en el sendero de mi camino futuro, si ángeles con aura de mujer me dedicarán su mejor canción, o si mis amigos me harán un obsequio o quizás un homenaje con tintes de afecto. Dime por fin Marisela, qué será de mí. Concéntrate, bruja maravillosa, y piensa que soy del signo cáncer y del tercer decanato, y háblame de mi carta natal y de la carta astral. Párame, Marisela, y dame tu sonrisa en un obsequio mágico. Preciso saber, y tú me lo puedes dar.
No te dejes nada en el abanico de tu videncia, ni en el abrir y cerrar la posición de tus naipes que no temen ni a los dioses del presente. Dime si he de ser feliz o un desgraciado, rico o pobre, longevo o de muerte cercana, sano o leso, y hasta si puedes, dime cuando me caducará la savia de la vida. Nada temo, Marisela.
Y ahora, juguemos. Dime si ganará Rajoy o Rubalcaba, o si el Barça o el Madrid se llevarán el gato al agua, o si la puñetera crisis nos dará una tregua, qué pasará con el Movimiento 15-M, con la salud de Hugo Chávez, o con el chándal un tanto gastado del cubano Fidel.
Pero, sobre todo, háblame Marisela. No dejes de contarme tus maravillosos cuentos de hadas, príncipes y tesoros, y entreténme. Yo te lo ruego. No pares de hablar. Sigue. No te detengas. Hazme feliz en esta tarde casi infantil. Sé mi sirena de un barco de ficción, y hasta majestuosa y bella como Angie Dickinson en "Río Bravo". Tú puedes.
- ¿HACE, MARISELA? -
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