Treinta años. Elisa. De Bilbao. Disfrutando toda la libertad de su vacación. Pecosa, alta,rubia, sin pareja conocida, y creciendo a pasos agigantados como mujer que ya es, y que más se hará.
Profesora de instituto que no ha de volver hasta Septiembre. Es su momento. Sin pareja que la ate o condicione. Hoy camina ávida y alegremente con sus zapatillas de verano, por el medio de las calles de mi Valencia tórrida. Una experiencia más para la vasca Elisa.
Mañana estará seguro en otro lugar que no será aquí. No desea que nadie le cuente cómo es el mundo, sino que desea olerlo con su propia nariz. Y conocer chicos fugaces y no fugaces, y hacer exactamente lo que le dé la gana. Vivir.
Preciosa vacación la que elige Elisa. Siempre ha sido deportista, y jamás le ha gustado el quedarse quieta. Sus piernas, le piden caña y acción. Obedecerá.
La vida de vacación la vive sin un guión previsto. En esta etapa de su vida, le molestan los guías o los indicadores. Solo quiere perderse en los lugares bellos e inesperados.
Esta noche, dormirá en cualquier albergue o pensión modesta que pille al azar. A Elisa le chifla la aventura. Y cuando termina de caminar y de caminar, retiene y repasa recuerdos y vivencias, los cuales plasmará en un cuaderno. Por si se le olvidan.
Pero, Elisa no tiene miedo. Elisa no puede tener miedo con la edad que tiene, y su familia lo sabe, y confía plenamente en ella. La muchacha vasca sabe que vivir es atreverse, jugarse el pellejo en el empleo de su decisión y de su libertad, y que su coherencia personal que fortifica su crecer, le dicta que su tiempo de vacación está para quitarse los corsés cotidianos, y sencillamente, pasárselo pipa siendo ella misma.
Quizás otro día Madrid, o Coruña, o Córdoba, o lo que le pase por la cabeza. Porque Elisa es hormiguita fuerte que administra bien su presupuesto, y a la que no le molesta la penuria de juntarse con gente más joven, que va de trenes de segunda fila, autobuses mediocres, o estrechez que le lleva a los sitios que desea. Al revés.
En esos sitios aventureros, mágicos, y al alcance, Elisa se fortalece como persona y aprende a desechar lo que vale, de lo que no tiene valor. Porque, más allá de la anécdota cíclica de la vacación, lo que más le importa a Elisa no son los desconocidos y excitantes parajes y peripecias que vivencia y recorre, sino ella misma. La reina merecida de su vacación. Ella. La llamaremos, Elisa. Y, de Bilbao.
-BESOS A TODAS LAS ELISAS-
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