domingo, 1 de mayo de 2011

- LA MUERTE DEL MALIGNO -




Sí. Hace un rato. Me acabo de enterar por la radio, de que los americanos han matado por fin a Bin Ladden, y que tienen su cuerpo y todo. El trofeo del mal. El gran "extranjero" malvado. El rey del terrorismo.
Al escuchar la noticia, además de alegrarme mucho, me he acordado de las víctimas, y de los familiares de las víctimas de los atentados de Nueva York, Londres, Madrid, y de tantas y tantas víctimas que el odio del saudí Ossama, logró idear y ejecutar, con sus discípulos   de Al-Qaeda.
Sí. Ha muerto uno de los más viles canallas de la Historia reciente del Mundo. Qué malo era ese tío. ¡Joder! Acojonaba. De repente, aparecía un vídeo, y un tío con barba, alto, y a caballo, hablando al mundo de la venganza, de la Cruzada, y de la que se nos venía encima. Qué miedo daba este canalla. Seguramente, desde la desaparición de los líderes de la extinta URSS, nunca me he sentido tan amenazado y asustado como cuando aparecía en los vídeos de la tele el gran guerrillero loco y radical.
La Ley. El Derecho Internacional que tanto nos pasamos por el forro. Guantánamo.    La   Justicia Mundial. La Cristiandad y el Islam como armas arrojadizas. Las guerras. Todas las invasiones. El militarismo. El desprecio por las vidas. El malestar general. Los fanatismos. La pobreza, la distancia, la desconsideración hacia los demás, y por encima de todo, el marrullero y errado maniqueísmo. Bin Ladden era un tipo malísimo, pero ojo a lo que es el Poder. Ojo, a lo que no es la templanza ni el deseo de consenso. Ojo al dinero. Bush, se pasó por los bajos el Derecho Internacional. Atacó a los países árabes, y la lió. Generó odio, odio, y muchísimo odio, entre el mundo musulmán. Me alegro de que ahora, el Presidente de los buenos oficiales, sea ahora Barak Obama. Es negro, comprende mejor los odios y las susceptibilidades, y no hace demasiadas cosas para generar radicalismo y locura entre los "no nuestros".     Aunque,   seguramente, podía hacer mucho más de lo que hace. Pero, creo que le dejan poco margen. Las reglas del juego.
¿En cuanto a mí? Mirad. Yo, soy pacifista. A mí, éso de las guerras nunca me ha convencido. ¡Ninguna guerra! Ni las guerras psicológicas, ni las bestiadas con aviones impactados, ni las guerras convencionales, ni las de guerrillas, ni absolutamente ninguna. Mi única     pulsión  inicial, -que se me presenta como el gran reto inteligente del progreso y del crecer humano-, es la idea de la Santa Paz. De la Paz con mayúsculas.
Veréis. A lo mejor es que soy un cagón. Pero si algún día me pilla una guerra cerca, os aseguro que cojo a mi familia y me largo al monte. Y de paso, les enseño a hacer senderismo.
Sí. La Paz. Nunca, el odio ni el rencor. Jamás la guerra. Nunca, los buenos y los malos. ¡A   la mierda los maniqueos!  ¡Viva la moderación y la tolerancia! Abogo siempre por esa cultura del sentido común y de las no vendettas. La fuerza del Amor, de la Salud, de la Inteligencia, y de toda la necesaria y saludable Tolerancia.
-POR CIERTO, ¿QUIÉN MATÓ A KENNEDY?-

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