Ya lo sabéis. El nieto de la Reina de Inglaterra, se ha casado con Kate Middelton, y se convierte en uno más al aspirantazgo a la gran Corona británica. Toda una cuestión de poder. Y no digamos lo que mola el poder en tiempos de picuda crisis. ¡Oh, Reinos en el siglo XXI ! ¡Ay, Señor! ...
En cambio, a la gente de la edad del rojizo Wiliams o de la atractiva Kate, no le apasiona demasiado el casorio. Casarse por la iglesia, cada vez se casan menos parejas. Y cada vez, está más en boga el casarse por el Juzgado. Son habas contadas. Y muchas parejas, ni creen en el matrimonio, ni se casarían nunca si no fuera por el tema de los papeles, de los hijos, etc, etc. De regularizar situaciones y tal.
Lo que está claro es, que en tiempos de crisis, el lujo y el oropel se constituyen en goloso caramelo para nosotros los pobres y plebeyos. Nunca nos tocará la gran lotería del "elegidismo". A los pobres, nos zurcirán siempre, y nos lanzarán tacañas y compasivas migajas.
Esa es la clave del enganche mórbido y de ocio, que te da el ver a los citados jóvenes anglos, entre multitudes, ritos, carrozas, cámaras de televisión, y el famoso "fervor" atávico. Parece, que Gran Bretaña es más feliz si hay bodas de éstas. Y las banderas, se constituyen en la monopolista orla y pendón de identidad. Pues, ¡vivan los novios!
En el fondo, y dejándome soñar en mi Disneylandia particular, leñe, debe de ser bastante suertudo ser hijo de Charles de Inglaterra, y nieto de la anciana Reina. Vuelvo, aposta, a utilizar el verbo "molar".
Allí que me veo yo, aplaudido y vitoreado por miles de ingleses, guapo, y vestido con tonos que evocan al Supermán de Hollywood. Y va, y encima, mi novia es guapa y me quiere todo. Coñe, éso sería la releche. Y poder vivir del cuento, siempre. ¡Menudo chollazo! Pero, aquí concluye rápidamente mi Disneylandia particular, o acabaré creyéndome un personaje ambicioso e inexistente.
Vuelvo a poner los pies sobre la Tierra. Aterrizo. Y además, estoy seguro de que si me voy a hacer una lotería, el boleto no me sale. No pienso envidiar a los novios ingleses. Sí. Me gusta mucho más la realidad. Y si le meto un beso a mi novia, será un beso de España y de verdad. Un beso en los morros precioso, cañí, sentido, auténtico, un tanto lascivo, y absolutamente cómplice por parte de una chica maravillosa, que nunca aspirará a mayor trono que al trofeo de su autenticidad y de su realidad. El amor. Por eso nos querremos.
Por otra parte, las televisiones manolas y marujas, ya tienen tema para matar el tiempo con estas cosas de reyes, príncipes, parentelas reales, novias plebeyas, aristócratas, sucesores, tronos, el Imperio Británico, y el Dios Salve a la Reina.
Casi, que, prefiero el fútbol, el Mourinho contra todos, o los realitys de la Isla de los famosos y de los mosquitos. Todo esto último, me lo creo más.
-SOY UN DESCREÍDO TOTAL-
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