miércoles, 25 de mayo de 2011

- MI PRIMA ESTABA ALLÍ -



Se llama Carmen. Creo que a pesar de residir apenas dos calles más allá de donde vivo, no he cruzado más de dos frases con ella en mi vida. El porqué, viene de muy atrás. Si es que hay realmente un porqué.
Todo empezó cuando vivía mi abuelo, al cual cuidó única y exclusivamente mi padre, ante la falta de interés de todos sus hermanos. Incluída, la madre de mi prima Carmen, la cual solo venía a casa a visitar a su padre cuando las cosas se ponían mal y no tenía más remedio.  Recuerdo, de niño, cómo me sorprendía que mi tía Marieta,-madre de mi prima Carmen-, viniese a atender a su propio padre viudo, con una actitud de enorme enfado. ¡Leñes, si era su padre! ... Jamás lo entendí.
A raíz de los enfados entre los cuatro hermanos por esta cuestión de endilgarle los cuidados de mi abuelo en exclusiva a mi padre, la relación turbia, afectaría posteriormente   a    los  descendientes.
Sí. A mis primos. A los hijos e hijas de mis tíos respectivos, Pepico, Miliet y Marieta. No pude tener relación con mis primos hermanos. Sangre de sangre. Cercanía imposible, cercenada por un tiempo y unas conductas realmente insólitas. Todavía hoy, no entiendo bien el porqué de tantos absurdos desencuentros.
Ayer, como os decía, coincidí en el gimnasio de rehabilitación de nuestro ambulatorio común de la Seguridad Social, con mi prima hermana Carmen. Os confieso, que como la relación es tan nula a pesar de la enorme proximidad geográfica, al principio dudé sobre si sería o no ella. Hasta que la enfermera, la nombró. Sí. Era Carmen.
Y Carmen sabía que era yo. Al verme, me miró con una extraña curiosidad y habló a la sala del gimnasio saludando brevemente, mientras hacía como que pasaba totalmente de mí. Yo, no la dije nada.
Pero ella, me miraba con curiosidad. Me miraba con un cierto interés de quien está viendo la televisión. Sí. Quería verme, parapetada en su muda distancia. Me miraba con    porte   de orgullo, y a la vez, intentando parecer que apenas me conocía de nada.
Es claro. Yo era para ella una casi inexistente anécdota. Le importaba un pito su primo José Vicente. La distancia. La distancia que había establecido hace décadas su madre, -mi tía Marieta-, seguía vigente y absolutamente definitiva. Mi prima hermana Carmen no desea ni por curiosidad, saber de mí o de mi anciana madre. Y, ésa, es y será la realidad. Hasta que se muera. Porque ni tan siquiera vive ya en el recuerdo. No hay  nada. ¡Oh, la familia que nunca tuve y que jamás quiso y supo estar! ...
Cuando salí del gimnasio de la rehabilitación, pensé que a veces la familia no es más que un cuento inane y azaroso. Era y es mejor que me olvide de ella y del pasado hueco, y que José Vicente siga su camino del crecer, en solitario y pensando que todas estas personas como mi prima hermana Carmen no existen. Es lo mejor y más sensato que puedo hacer. Al final de todo esto, la libertad de cada uno se acaba imponiendo.
-Y LO DEMÁS, SON CUENTOS-

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