martes, 17 de mayo de 2011

- EL CAMIÓN VERDE -



Todos los días del año, un camión de tamaño grande y color verde, estacionaba al lado mismo de mi casa. Y lo auténticamente sorprendente era que nunca nadie descendía de él.    Al principio, pensaba que lo que sucedía era que su conductor o conductores estarían fumándose un pitillo, o escuchando la radio, o simplemente haciendo tiempo para finalmente, bajar, salir al mundo, y ser observados por mí. Mas nunca descendían. El camión se quedaba allí parado, y hasta la mañana siguiente que volvía a ponerse en marcha y partir, no se percibía el más mínimo movimiento en su interior. Como si se tratase en equivalencias, del famoso   barco fantasma. O cosa semejante.
Además, había algo  que no encajaba. Dado que no lograba saber nada de lo extraño  que ante mí aparecía el tal camión verde, trataba yo de indagar a través de mis familiares    y vecinos, acerca de los moradores o dueños de tan extraño vehículo, pero nunca nadie sabía darme la más mínima información al respecto, e incluso lo que sucedía les parecía tener a todos altamente indiferentes. Aquéllo, mis inquietudes, no iban con ell@s.
Pasaban las semanas, e incluso los meses. Y seguía sin tener noticias sobre la vida y la lógica en el interior de aquel camión. Hasta que, un día, impaciente, decidí finalmente ir a averigüar qué diablos podía estar ocurriendo.
Recuerdo, que aquella noche, llovía. Jarreaba. Era sábado. Todo el mundo estaba guarecido y descansando en sus casas respectivas. Pero yo bajé a la calle con un único pensamiento en la cabeza. Y, ni corto ni perezoso, golpeé con los nudillos de mi mano las puertas del camión. Nada. Cero. Sin éxito alguno. Nadie se asomaba ni abría. Por mucho que llamaba la atención de los moradores, nada pasaba ni tenía lugar.
A punto estaba yo de dar media vuelta, cuando observé que la parte trasera del camión verde se hallaba entreabierta. Y entonces no lo dudé. Abrí dicha puerta, y penetré   en    el  interior del camión.
Allí todo era oscuridad y maldad. Aire contenido y macabro. El camión estaba lleno de monstruos, de muertos vivientes, de locos amenazadores, de hierros oxidados y puntillosos, de calaveras, de zombies con dientes pronunciados, de salvajes asesinos que me miraban con las peores intenciones, de hombres de gafas negras que parecían proceder del mundo de  las tinieblas, y de figuras feas, deformes, repulsivas y feroces. Y    todos    estos    personajes , avanzaban y se dirigían hacia mí.
De modo, que salté a la carrera del camión hacia la calle, y corrí presto y dispuesto hacia mi casa, aterrorizado y vulnerable ante tanta enemistad y peligro. Recuerdo que estuve varias noches sin poder dormir y con pesadillas, a causa de la fuerte experiencia. ¡Qué horror! ...
Pero lo curioso, vino después. Al día siguiente, pude comprobar que ya no estacionaba al lado de mi casa el camión verde. Y nunca más lo hizo. No me preguntéis el porqué. Era, como si los monstruos hubiesen huído de mi lado al haber sido sorprendidos por mi osadía y audacia. Como si a los demonios y seres maléficos, les hubiese volatilizado mi lógica     y   osada  curiosidad. Pero yo nunca podré olvidar la existencia, para mí real, de aquel camión.
-PASE EL TIEMPO QUE PASE-

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