Vaya palo. No me esperaba esto. No puede ser. Qué putada. Es injusto. No puede ser posible. Debo de estar dentro de un sueño con pesadillas. ¿Por qué a mí? Todo, lamentos...
El 18 de Diciembre pasado, fui operado del menisco de mi rodilla izquierda. Reconozco, que le tenía "yuyu" a la operación. Temor. Eso del menisco, del quirófano, de la rodilla, y lo que encontrarían los cirujanos al abrir, me preocupaba sobremanera. Parece, finalmente, que todo fue más o menos de acuerdo con lo previsto. Bien.
Y comenzó el período de la rehabilitación. Qué alegría inicial. ¡Rehabilitación! Recuperarme. Volver a andar con normalidad. Progresar. Volver a trepar por las montañas escarpadas, y a poder oler de nuevo la fragancia del tomillo. Sueños y retos.
Pero, no. La rehabilitación no es un camino de rosas. Sino todo lo contrario. La rehabilitación es una espera ansiosa, un deseo de anticipación de la salud, unos nervios templados, un no marcarse plazos, y a la vez una gran esperanza necesaria.
Podía equivocarme. Podía estar, muy equivocado. Aquel proceso de recuperación, no tomaba el rumbo deseado. Desesperado, cogí el informe médico de la intervención quirúrgica y leí la palabra fatídica: "Gonartrosis, o artrosis de rodilla". No suele tener cura, sino paliativos. La artrosis, solo merece cuidados, atención,no rendirse , y un ejercicio constante pero moderado.
Se acabó. Ya no podré nada. Ya, todo se había puesto negro. Como las nubes que hoy visitan mi Valencia del alma. La médica rehabilitadora, me confirmó el pasado jueves lo de mi artrosis. La operación, no era para hacerse grandes ilusiones. Me desmoroné. Lo confieso. ¿Para qué el mentirme?...
Desde que tengo uso de razón, mi único vehículo han sido mis dos piernas. Nunca tuve, ni bicicleta, ni moto, ni auto. Siempre, el deporte, el andar, mis piernas, marathones, entrenos, medias marathones, millas, horas y horas de senderismo de fondo por las escarpadas montañas, logré llegar desde Valencia a Castellón a pie , completé los 100 Kms de Ronda...,¿y ahora, qué?
Pues, veréis. Ayer me llamó el bueno de mi amigo Paco el senderista para hacer ejercicio. Cuando termine de escribiros ésto, me iré con él al seco cauce del Turia a andar y pasear hasta que mis piernas digan basta. Ni caso. La alegría, seguirá en lo más alto de mi alma. Me lo dice mi niño interior. Nada de comeduras de coco fútiles. ¡Sigue, chaval! Continúa. Y no le des más vueltas. Volverás a la montaña, aunque ya no puedas abordar aquellos duros a la par que maravillosos y grandes desniveles.
Pero, caminarás, José Vicente. Ya lo verás. Seguirás caminando hasta que seas un viejo. Lo llevas en el gen. Necesitas caminar, y caminarás. Y vivirás mucho más de lo que crees. Y, mientras camines y sudes, tu genio y tu magia podrán brillar como lo hacen los ojos bellísimos de una mujer de primavera.
- ¡CLARO QUE SÍ! -
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