sábado, 28 de mayo de 2011

- VOLVÍ A AQUELLOS LUGARES -



Volví a la montaña. Volví finalmente a aquellos lugares donde había sido feliz.    Regresé.  Retorné a aquellos senderos míos, repletos de una extraña magia e ilusión.
Pero, esta vez, vi cosas distintas y diferentes, a pesar de que a cada recodo del camino me llegaba una estampa o un recuerdo ya vivido. Era extraño. Bastante distinto. Sí. Las mismas viseras en los senderistas, el mismo calzado de montaña, y parecidas fotos en los parajes naturales, maravillosos y bellísimos.
Los mismos árboles, idénticos senderos, misma dureza, y el mismo olor a romero y tomillo. Pero, no era lo mismo. El atrás, nunca parecía haber tenido lugar para mí. No era nuevo, sino distinto; diferente.
Otras miradas, otra actitud, otra cadencia, otros ritmos en la zancada, y colores más nítidos y reales. Otra cosa. Y los demás, eran igualmente unos nuevos universos inesperados.
Sin duda que había transcurrido el tiempo. La montaña, me lo decía a cada momento. Me decía, que ella seguía siendo la montaña, pero que había evolucionado, y que no la idealizara o de lo contrario me sentiría lloroso y extraño.
Tenía dicha montaña mucha razón. Aquel mozo audaz y poderoso que surcaba las sendas como un pájaro silvestre, ya no era yo. Ya no era posible.
Ahora, yo, era otro ser. Otra persona, otra mirada, otro aprendizaje, otra actitud,   otra  oportunidad, otro hombre, otra sorpresa, y hasta otra belleza o magia renovada.
Sí. La montaña me aceptaba en su seno, y me sonreía. Se daba cuenta de que ya no me perdía por los caminos de la fantasía, y que mis pies tocaban ahora el suelo   con   toda     la  seguridad. Pero, dolía. Es verdad.
Porque, echaba de menos una sombras, unos destellos de sol, unas carcajadas   a   la    media  tarde, un jovenzuelo incomprendido y temeroso, un soldado potente de montaña, un guía de terrenos peligrosos pero temerariamente desenfadados, y mil sentimientos metidos en el inane cajón del ayer.
Mas, pronto reaccioné, y dejé a un lado las bobas nostalgias. Ahora, yo me gustaba más que antes aunque no fuera todo tan espectacular. Era más bello, porque mi auténticidad superaba con claridad a los años pretenciosos de mi estética, y sobre todo, ya podía escuchar. Y ser oído.
Y podía ver y con mejor pespectiva, y apreciar lo cercano y más sincero, y desechar los cuentos de Disney, y sentirme mucho más yo entre los extraños y entre los amigos.
Atrás quedaba el imperio de un tiempo seductoramente eufórico, y me llegaba otro, lleno de sincera alegría. Desde el corazón de mi modesto yo.
-OS LO PROMETO-

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