lunes, 30 de mayo de 2011

- MIS CÁLIDOS VERANOS -



Os lo confieso. Mi cuerpo no se lleva nada bien con el verano. Ahora que un agonizante Mayo se ha hermanado con el calor bochornoso y húmedo de mi Valencia, siento que   ya   se   va  terminando el disfrute climatológico.
Me acabo de levantar de la cama con viente grados sobre mí, y sudando como un pollo.  He abierto la ventana, y no se notaba la más mínima presencia de la brisa relajante del   mar. Era una calma chicha, desesperante. Mayo, séis y media de la mañana, y teniendo que poner un ventilador que me compré en una tienda de los chinos, para intentar calmarme y salir del agobio. ¡Vaya despertar!
Sí. Ya está aquí el verano. Con tormenta o sin élla, ya toca refugiarse,- en las primeras    y últimas horas del día-, para estar al confort. Porque, el resto, es realmente duro para mí.
Veréis. Y soy una persona muy nerviosa e inquieta, me encanta el ejercicio del deporte,  el caminar, siempre me agrada estar en marcha, y todo lo anterior choca frontalmente con las temperaturas duras de este período estacional que     ya      va      llegando      inevitable  y  paulatinamente. Ciclos vitales.
Cuando llega el verano a mi Valencia, no debes pasear mucho por las calles, porque el sol te arrea duro, te entra la sed y el calor, y lo único que deseas es buscar una sombra, beber frío y detenerte. Y, coger el ventilador o el aparato de aire acondicionado, y venga a gastar luz, pero vale la pena porque es necesario aguantar hasta por lo menos Octubre. Toca armarse  de paciencia.  ¡ O  escapar !
A mí, además, la playa me agobia y me aburre. No la soporto. La playa   me    fríe     y     me deshidrata, y luego llego a casa en un estado cercano a los primeros síntomas de la insolación. A mí lo que me gusta es, la montaña. La serranía. Las comarcas del interior. Pero, aunque allí por las noches baja la temperatura y se puede dormir, durante el día está totalmente vedado el hacer deporte. Las temperaturas en el interior se despegan desde los treinta grados hacia adelante, y adentrarse entre los senderos es una verdadera temeridad aunque puedan haber fuentes que refresquen. Que cada vez, hay menos.
Como véis, desde luego el verano no es mi estación preferida ni va conmigo. Lo único que me gusta del verano valenciano, es que aquí tenemos toda la luz. Y en cuanto puedo, me encanta buscar un riachuelo o lago que hay entre las montañas, en el cual el agua extremadamente fría es capaz de aliviarme alguna de mis añoradas excursiones a la naturaleza del interior de mi Comunidad.
Allí, en el agua fría y natural, pondré este año las piernas y parte del cuerpo, como si yo mismo fuese una bebida tónica con cubitos de hielo. Nunca se os ocurra buscarme en la playa. Tiendo a asociar la playa con el martirio.
-Y MIRA QUE HAY CHICAS GUAPAS ALLÍ-

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