domingo, 2 de enero de 2011

- LA PARTE DE ATRÁS -

Solemos ver, si nos fijamos brevemente, todo un universo previsible y directo, desde el cual sacamos a veces conclusiones inmediatas y un tanto apresuradas. La vista que viene desde nuestros ojos físicos. El reduccionismo, la cómoda contemplación suave de nuestro derredor, y con éso nos suele bastar y sobrar.
A veces, las cosas no son lo que meramente parecen. Es lo que llamamos, la complejidad. O el matiz, o la profundidad e interior de nosotros mismos y de las conclusiones de otra realidad más oculta y que se desprende desde la desnuda reflexión.
Las apariencias, suelen engañar. Lo curioso, es que vivimos en una sociedad de las apariencias y de la estética. Nos solemos fijar mucho en el porte, en el vestir, en la corrección que se espera, o en los tics que observamos en los otros. Nos molan las etiquetas. Y desdeñamos a los seres aparentemente raros o heterodoxos. No nos gustan las aventuras de las sorpresas. Tendemos a desear que no venga ninguna mosca cojonera o distinta, a hacernos entrar en la preocupación o la duda. Sí. Necesitamos, o hacemos que necesitamos la comodidad de lo conocido. Lo que esperamos que suceda, por previsible, lo que no nos haga pensar demasiado en el matiz presunto y quién sabe si vano.
El desaliño, no gusta. Hay como una idea stándart o uniforme, de la postura y de la actitud social. Y tendemos a asociar al vehemente con el radical, o al que matiza con el rollero, y queremos el blanco o el negro, pero lo indefinido o grisote nos produce un cierto rechazo de descontento. La seguridad. Nuestra seguridad.Nuestro sillón de relax, que nos redime de la tensión que acucia, y del poco tiempo que tenemos. Y nos fijamos muy poco en pequeñas cosas, las cuales nos anuncian un universo distitinto, el cual no podemos vislumbrar.
Sí. La parte de atrás de las cosas. La que raramente se pierde, el anverso aparentemente oculto, las tripas de lo cotidiano, etc, pueden constituírse en historias humanas y sociales realmente apasionantes, por vivas y reales.
En realidad, somos unos tesoros que pasan despercibidas. Os propongo el ejemplo de mi casa. Si pasáis por mi calle, todo el mundo puede ver los balcones y las comercios, y las gentes pasando y paseando bajo el sol y las sombras.
Pero no ven las zonas de nuestras casas que dan a las galerías. A la parte de atrás. A la zona preciosa, silenciosa, y con menos sol, pero que también está llena de vida y encanto. Y cuando me asomo a la galería, puedo ver a la Iglesia de San Miguel y San Sebastián con una perspectiva nueva y llena de belleza. Impensable e imposible desde una atalaya más inmediata.
Y, está. Esa parte de atrás está bien, y viva y real. Como el matiz o la riqueza de lo interior. El que lo niegue, y lance el ramplón discurso de lo superficial, tiende a perderse un enfoque más suculento.
-LA OTRA REALIDAD-

2 comentarios:

Publicar un comentario