Déjame, en días de Valencia festivos como el de hoy de San Vicente Mártir,-mi segundo nombre en onomástica-, recordar y evocar tiempos felices y bien cercanos en el tiempo. En el tiempo de los viajes y de las aventuras. Voy a soñar, que es gratis.
Aquellos puentes, aquellos amigos, aquellos viajes en coches particulares o autobuses, y aquel descubrir la aventura de vivir. Por eso me detengo en el Roncal navarro, y en la vuelta a Valencia, cantando felices y afónicos todo lo que nos daba la gana y queríamos. Y quería. Inolvidable.
O la Sierra de Aracena con su maravillosa Gruta de las Maravillas, o el museo etnográfico de aquella mujer hippie de Bélgica que lo regentaba. Simpatiquísima Carmen la farmacéutica de mi tierra que labora en Granada, la cual me hizo muy feliz en aquella irrepetible excursión.
O el viaje a la Sierra de Villas, junto a la de Cazorla, camino de la panificadora de un pueblo de Albacete cuyo nombre no recuerdo, y cuya visita me agradó porque comprendí muchas cosas de la vida que no podía casi asumir o imaginar. Gracias, Quique, Carmen y Feliciano. Fuísteis muy significativos y aclaradores conmigo, a la par que deslumbrante y maravillosamente preocupante la bajada mágica del puerto de Despeñaperros.
Y Puigcerdà o el pueblo escalera. Escalones, y más escalones. Hasta, ascensores para mayores y para acceder a la cima del pueblo. Puigcerdà es una montaña a la que han pintado de ciudad. Todo es brusco y maravilloso desnivel.
Y esas calles al atardecer, en los silenciosos pueblos de montaña de mi Comunidad Valenciana. Esas callejas estrechas y preciosas, que van ganando el fresco a medida que cae la noche, y que me gustaría a veces haberme perdido por ellas y de forma casi definitiva, por su belleza y por sus misterios. Pura magia en flor y aroma.
El viaje a Aínsa en Huesca, y el retornar con otras dos amigas Cármenes, y con Paquito de Mislata. Vamos a ese pueblecillo, y lo vemos. Y ahora, a ese otro. Y vamos improvisando, y haciendo elección aventurera al azar. Irrepetibles momentos.
O, aquellas amistades que ya se fueron para siempre, pero que conservo en lo más positivo de mi recuerdo. Como cuando por vez primera descubrí el paisaje lunar y pelado, camino del mítico Javalambre, o la salvaje belleza de la Puebla de San Miguel, en el Rincón de Ademuz. Y más que mil experiencias más.
¿Elegir un viaje o una excursión? ¡Ni hablar! Elijo lo mejor de cada uno de mis momentos felices, que fueron muchos. Y sobre todo, me elijo y sin duda, nuevos viajes, nuevos retos y nuevas alegrías.
-PORQUE VIVIR ES ÉSO-
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