lunes, 3 de enero de 2011

- CASA OSCURA -

Fredrick entró en su casa. Su casa. Pero una casa sin vida, y deprimente. Casi como él. Rutinario todo. Como siempre. El lugar propio de la intimidad de Fredrick. Su propio hogar, carente de aventuras y sorpresas. Su casa fría como él, sin brillos ni esperanzas. Como el semblante del cincuentón de Fredrick. El hombre se sentó en una silla, intentando recordar momentos agradables. Pero parecía haber frialdad en su memoria. No recordaba apenas los momentos felices, y sí la realidad de sus estampas negativas y decepcionantes, pertenecientes ya a los archivos akásicos de sus recuerdos bien lejanos. Fredrick se dirigió a la ventana, la abrió, y la vida que vio no le hizo gran expectación. Pasaban las unas y los otros, los ricos y los pobres, los coches, las motos, las bicicletas, muchas gentes, pero para el hombre no pasaba nada inesperado ni demasiado destacable y relevante. Y todos los días, igual... Cerró Fredrick la ventana, y decidió caminar por el interior de su casa visitando todas las estancias, las cuales eran tan familiares como eternas para él. Allí, en aquel lugar, había nacido. Le habían pasado millones de cosas, sí, pero todo eso pertenecía a otro tiempo de su vida. Ahora, era otra cosa. No se oían ruídos, no le apetecía poner la radio ni la tele, le importaban un pito sus vecinas y vecinos, y asumía que estaba solo. Muy solo y oscuro. Esa era la palabra. Hermética y misteriosamente, estaba todo oscuro. Y además, Fredrick, había decidido en aquella tarde fría de Febrero que no iba a encender ninguna luz, porque todavía las tenues luces naturales provenientes del exterior le proporcionaban el mínimo lumínico que parecía precisar para estar tranquilo. No más luces de nada ni de nadie. Y de repente, la casa oscura. La casa oscura, pareció moverse amenazadoramente a modo de terremoto casi imperceptible pero real. Hasta que se hizo de nuevo la calma. Era como si la casa hubiese querido mandarle un extraño mensaje desesperado a su morador, Fredrick. Quizás, un mensaje oscuro y amenazador. Finalmente, todo tuvo una respuesta decidida. El silencio se hizo todavía más asfixiante, y la oscuridad totalmente cegada de esperanza. Y en medio de la oscuridad, el cuerpo de Fredrick pareció deshacerse y volatilizarse, abducido por las propias paredes de aquella casa sin luz y llena de pesar. Nadie supo decir qué pasó con Fredrick y con su cuerpo. Todo parece un misterio. Pero, no. Porque yo sé que Fredrick sigue allí en la casa. En aquella casa aparentemente maldita, y a la vez vieja y normal. Sí. Fredrick no se mueve, ni está muerto, ni puede ser visible. Pero yo os digo que está allí. Intentando, que la casa le perdone y le dé una segunda oportunidad a su ser para volver al cuerpo que fue. Y al espíritu, y a la presencia, y a la sonrisa y a la vida. -CASTIGADO-

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