Ahí le tenéis. Presentando en Tele Cinco, "La Noria" y varios programas más. Se llama, Jordi González. Y presto y seguro, comienza todo, se dirige a la cámara, y nos mira con una sonrisa de contención y de profesionalidad. Jordi parece tener claro que interpreta el papel de un presentador de programas.
Y desde su plató mediático, se dirige a todo tipo de invitados. En el fondo, Jordi es un gran vendedor de expectativas y de demandas de audiencia. Un excelente y obediente actor.
Lo que parece pretender decirnos Jordi con su gestualidad sería, "oiga, que las cosas son como son, que no hagamos dramas, y que no nos pongamos demasiado serios, ¿vale? Que la televisión, no es para tanto"... Pero, que, sobre todo, es el suyo un oficio como otro cualquiera.
Jordi es catalán y de izquierdas, delgado, cuidador de su estética a pesar de los picados en su rostro, y una especie de Ramón García de nuestro tiempo actual de la televisión. Si el invitado de turno ha de tener categoría de relevante y destacado, entonces ya se encargará Jordi de mostrárnoslo de esta guisa, e intentando que nos lo creamos de todas todas. Tablas, no le faltan.
Pero, en el fondo, hay en Jordi una especie de guiño cómplice o selectivo, como si nos estuviera diciendo: "bueno, en fin, ya sabemos, ya nos conocemos, no me hagan demasiado caso, las cosas son así, hay que comer, este negocio es el que es y tal, etc, etc"...
A Jordi, parece darle igual todo. Se arremanga, y que pase el entrevistado que toque pasar. Está con gente del corazón rosa ése, artificial y marujón, y de repente cambia el tercio, te hace una rápida publicidad, y se pone a presentar una tertulia política de actualidad con un cierto guiño irónico. O como se llame.
En sus tertulias, la gente grita, es maleducada, se entrevista a chorizos o mangantes, los contratos son los contratos, la gente se tira a la yugular, el lío es descomunal, y uno siente la tentación de abstraerse sobre lo que dicen sus invitados y periodistas, para así no escuchar nada y contemplar únicamente a ver qué cara pone el presentador. Sus gestos y mímica.
Jordi, participa de la vida convulsa de su programa. Parece un tanto contradictorio. Aunque, seguramente, sigue haciendo su papel. En el transcurso de los contenidos y de la vida del programa, se monta el lío padre. Y Jordi, el moderador, tiene la obligación de moderar a gente que no tiene mesura. Y, a veces, él mismo se encocorota y acaba gritando también. ¿Es éso audiencia? Pues entonces, Jordi González es oportuno y habilidoso. ¡Viva el grito!
Pero a González nunca le pasa nada . ¿Qué iba a pasarle? Estoy convencido, de que cuando acaba el griterío verduleril, pasará por caja, cobrará, y se irá a su lar a descansar y a practicar la meditación silente y descansada. Sí. Quizás Jordi González es el perfecto síntoma de la televisión actual. Jordi, es lo que hay.
-CAMBIE, O NO CAMBIE DE CANAL-
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